Juan Carlos I se pira y no deja una herencia a su heredero, le deja un marrón de proporciones siderales. En primer lugar, su corona caerá en la cabeza de una sociedad que, salvo que mucho me equivoque, es mayoritariamente republicana. Eso es lo normal y lo lógico, pues no están los tiempos para aceptar sin más eso de la "gracia de dios" que en este caso, se parece más a "¡Dios! vaya gracia".
Felipe parte de la zona roja y la salida de su padre, en sus formas y en el fondo, lejos de evitar suspicacias las genera todas y valida cualquier teoría conspiranoica y maledicente. El discurso de sus abdicación no cierra nada y abre todas las posibilidades, empezando por un claro "abdicas o te abdicamos" y deja las cuentas sin saldar.
Juan Carlos hizo mucho y bien en muchos casos, pero esa cuenta se agotó hace tiempo y toda la España menor de 35 es claramente republicana y enjuicia su reinado según las crueles reglas de la realidad. España ha generado, bajo su reinado, un sistema social que valida la corrupción y que no castiga a los delincuentes que, amparados en el poder, han consolidado una cleptocracia con la que el rey ha convivido con demasiada comodidad.
Felipe deberá manejar muchas teclas, empezando por ofrecer a su hermana, cautiva y maniatada, al populacho que quedará asombrado de su magnificencia.
No me apetece validar ese futuro reinado, pero si es cierto que set es posiblemente, uno de los peores momentos para andar tocando las narices.
Tenemos todos un marrón encima de la mesa y lo peor es que no nos fiamos de la señora d ella limpieza.
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