La técnica, el estudio y la delimitación de la comunicación, dentro de la política, tiene riesgos importantes. Una cosa es saber el cómo, el cuando y con quién y otra, muy distinta, que la técnica se interiorice adecuadamente hasta resultar natural en la persona. Si lo que trasciende es un forzado ejercicio de contención y corrección, el mensaje queda convertido en mentira, pues todo el lenguaje de la persona queda falso.
Cañete la ha liado parda -y mejor que no trate de arreglarlo, que será peor - al intentar explicar lo que él mismo no entendió. Si acudió al debate con semejante estupidez en la cabeza, no quiero ni pensar lo que llevaba medio aprendido y que afectaba al resto. La técnica de la comunicación es sencilla, sus enunciados son simples, pero hacerlos tuyos, interiorizarlos hasta que fluyen suaves y coordinados con la postura y el contenido del discurso, eso ya es otra cosa.
La técnica ha nacido de estudiar a los grandes y para ellos, todo es natural, salvo muy pocos detalles. A la cosa se le llama seducción, carisma, liderazgo o simplemente, encanto. Cuando debajo de la técnica no hay nada, sólo queda el engaño y eso, siempre es malo.
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