Me planteo, ya desde hace bastante semanas, el absurdo de escribir todos los días; la efectividad de un esfuerzo que nada importa y a nadie beneficia. Escribo y como dije en la primera entrada de este blog, "el mundo está pero no escucha", de manera que tras casi 100.000 páginas vistas a lo largo de estos años, lo que se acerca es el desánimo y las ganas de entregarme al silencioso monólogo conmigo mismo.
Nada importa lo que una voz sola pueda decir o gritar, lo que importa es aquello que nos dicen que es importante y que nada tiene que ver con mi criterio. El mundo va por un lado y yo voy por otro; por el poblado lado de los inadaptados que han visto cómo su "manual de instrucciones para la vida" no les ha servido para nada.
Aprendí lo que no debía aprender para poder ser uno más en el sistema; hice siempre lo que no debía hacer para estar integrado y seguir en el partido; valoré aquello que no cotiza en la bolsa de la moral actual y no tengo nada que pueda enseñar a nadie salvo las muchas equivocaciones cometidas que nada aportan a nadie.
Escribo sabiendo que lo que digo y pienso en nada cambia la realidad y nada aporta a la inexistente y necesaria batalla que nunca llega. Importa tan poco que ni siquiera es objeto de polémica o discusión, pero escribo porque ante el fracaso absoluto de todo aquello en lo que creo, algún día, a lo mejor, podré engañarme y decirme a mi mismo: por lo menos lo dejaste escrito.
Es un pobre consuelo, pero un consuelo al fin y al cabo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario