Eran otros tiempos y otros modos
Hace años, demasiados, mientras despertaba al mundo, a la política y a mi propia conciencia, compré el número 1 de El País. Nacía un diario adecuado al momento y se convirtió, con el paso de los meses, en un referente mundial de la buena información. Por supuesto, tenía opinión -y mucha para la época - pero tenía algo mágico: la negrita. Aquella negrita era una solemne declaración sobre el periodismo: nada en ella alteraba la noticia. No había opinión, no había interpretación personal, sólo información.
El pais se hizo grande e hizo grande a su madre, Prisa y con la grandeza llegaron sus males: demasiado poder. Su director, primero, y luego factótum de todo, soñó con dejar de ser periodista y ejercer de magnate y con ese sueño, llegó la pesadilla.
Perdido en las luchas del poder y sumido en la crisis económica de una nefasta gestión y un peor momento, El país se ha perdido camino de ninguna parte. Sus lectores de siempre no reconocemos nada, ni siquiera reconocemos la textura del papel de su dominical, por no hablar de sus absurdos contenidos dedicados zapatos de "todo poner" de "sólo 200 euros".
Me duele como me dolió en su día la muerte del diario Informaciones, pero esa es más patética, pues el muerto quiere seguir dando sensación de que vive más allá de la muerte que sus lectores hemos decretado.
Una pena.
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