La canción tiene bastante vigencia, de verdad
A beneficio de los huerfanos. Desde Santurce a Bilbao Blues Band
Lo siento, no puedo evitarlo: mis años me obligan a una
memoria que me asalta de vez en cuando y las rutinas me vuelven a colocar
frente a los viejos fantasmas. Uno de ellos es el fantasma de Cruz Roja,
institución que muchos consideran loable y que, a raíz de una de mis primeras
experiencias laborales, conforma, junto
a los sindicatos, la mejor pareja de decepciones de mi vida.
Como la cosa merece explicación, me explico: la cosa data
de, más o menos, 1985 y el que entonces era mi jefe y luego mi amigo, me llevó
de acompañante a una comida (imagino que para ver si sabía usar los cubiertos
de forma adecuada) con la Cruz Roja para tratar un tema. Pagaba la Cruz Roja y
nos citaron en un restaurante de los de rejón que, de entrada, no parecía lo
más conveniente, pero bueno, no es eso lo gordo. Lo gordo es que se presentaron
7 y todos con la sana intención de reventar la carta por la zona cara y no dar
respiro al “sumiller” botella tras
botella.
Luego tuve ocasión de seguir en contacto con la institución en
la relación de trabajo normal y todo lo que vi me produjo tal rechazo, tal asco
y tal vergüenza, que desde entonces cada vez que veo las “mesas petitorias” me suena todo a camelo, a abrigos
de visón de dama de ropero, a quedar bien un día al año, a hacer el paripé y a
seguir viviendo del cuento, lo siento.
Eso si, vuelvo a la excepción de aquellos que se juegan el
pellejo bajo esa cruz o media luna roja para ayudar allí donde nadie sensato
quiere estar presente. Chapeu para ellos y rechazo para aquellos que me dejaron
ver lo peor de estas organizaciones: los jetas que las dirigen.
P.D. La canción sigue plenamente vigente, especialmente en
días como hoy, que la estética de esas mesas sigue siendo la leche.
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