Una tormenta destroza una ciudad:
Metro de Nueva York
Nueva York vive ahora mismo, mientras escribo esta
entradita, unas horas de pesadilla, miedo y devastación. La ciudad, es LA
CIUDAD, con mayúsculas y admiración mundial, se ha visto desarbolada por una
huracán, el Sandy, que a pesar de ser bajito en la escala, deja ya 17 muertos
en los Estados Unidos.
Cuando llegan este tipo de sucesos, es bueno mirar lo que el
país más rico de la tierra opone a las fuerzas con las que la naturaleza
castiga a la tierra de vez en cuando. Hoy es Nueva York, pero algo extraño pasa
en los USA que los desastres naturales hacen más daño, al parecer, que en otras
partes del mundo. ¿A que es debido?
Bueno, parecerá una tontería, pero seguimos viendo
infraestructuras que en Europa se abandonaron hace años como tendidos aéreos,
transformadores que se pueden incendiar fácilmente, detalles que dan idea de
que hay demasiadas cosas que pueden fallar en cuanto pinten bastos y de hecho,
fallan.
Sin llegar a los extremos del Katrina, lo que si parece
claro es que el músculo del estado, la capacidad para poner en marcha recursos
que eviten o suavicen las consecuencias,
se nos presenta insuficiente e impropio del poder de esa nación. ¿Cómo
es posible? Precisamente porque esa nación no quiere estado, rehúsa dedicar recursos y subir impuestos para que
cuando llegan los tornados, los huracanes, los incendios del verano y las
subidas del Misisipi la cosa no sea tan grave como suele ser.
Nueva Orleans sigue sumida en la destrucción pero la
pregunta es ¿Qué tormenta tiene que llegar para que los estadounidenses quieran
un Estado fuerte que les defienda?
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