La izquierda tiene que atravesar un desierto largo y caliente
España vive una situación convulsa en la que la izquierda no
ofrece soluciones creíbles. Parece mentira pero, desde el 82 hasta hoy, el PSOE
ha dilapidado la ilusión de un electorado que está harto de corrupción,
corporativismo, mediocridad y “profesionalismo”
y que busca respuestas que no encuentra. Ser de izquierda, hoy, es
entregarse a una búsqueda que parece no tener fin en pos de una bandera, de una
señal que no llega nunca.
El PSOE se ha perdido y ni está, ni se le espera, así de
sencillo. Lo que haga a partir de ahora debe orientarse a una refundación que
busque un camino muy diferente al seguido en los últimos años. Hay un
electorado de izquierda que no se va a conformar ni con los absurdos
asamblearios del 25 S y sus ejércitos de payasos y demás outsiders, ni con el cansino
mensaje de continuismo que llega de los aparatos del Psoe, de IU y de otros
sueños extraparlamentarios que suenan a milonga de una noche de verano con
mucha bebida.
Nunca nos ha hecho más falta una izquierda sólida que se
enfrente con soluciones viables y de contenido social a una derecha que, además de ser fiel a si misma y sus raíces
hispanas de intransigencia, ve que el terreno está libre, desocupado y sin
enemigo a la vista. En apenas un año de gobierno ya nos quieren retrotraer a
las reivindicaciones patronales de 1850 y sus deseos de prohibir la negociación
colectiva.
La izquierda tiene un largo camino por delante para volver a
ser creíble, para recuperar la
honorabilidad perdida a base de corrupciones y conchabeos y mientras tanto, la
derecha habrá aprovechado para eliminar y barrer todo rastro de avance social
que tanto costó conseguir.
Una lástima, pero una lástima merecida y ganada a pulso, así
que a mover el culo, a encerrarse y a trabajar como cabrones para hacerlo bien y generar un mensaje de
esperanza y credibilidad al que poder votar sin vergüenza y con orgullo, que
queda un huevo.
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