No me apetece nada, sencillamente
La vida es un proceso curioso al que nos condenan y
condenamos sin que tengamos muy claras las razones y sin que haya posibilidad
de programar lo que resulta y no resulta adecuado o conveniente. Salvo la
engañifa de los reencarnacionistas, esos que cambian la mierda de hoy por la
gloria de mañana, el resto vamos dando tumbos sin saber muy bien de que va la
cosa.
Personalmente nunca he tenido muy claro que es lo que yo
pinto por aquí, pero es que además de esa vieja incertidumbre compañera desde
la adolescencia, ahora empiezo a tener muy claro que este invento está mal
diseñado y encima, nos hemos empeñado en terminar de descojonarlo a base de
prolongarlo ad nauseam pensando que más tiempo es sinónimo de chupi guay del
Paraguay y no es así. La consecuencia de ese artificial alargamiento de la
estancia en estos barrios es una inmensa caterva de octogenarios excursionistas
convencidos de que el nirvana consiste en bailar los pajaritos en Benidorm para
movilizar la artrosis.
Pues conmigo que no cuenten. Hace un par de años que ando
cabreado con el mundo en general y conmigo mismo en particular por el sencillo
y simple hecho de que ya he iniciado un proceso que todo el mundo dice que es
normal y que yo no digiero ni harto de vino. Las goteras se suceden y ninguna implica nada más que una molestia,
pero …cada una de ellas es un paso más hacia ese futuro que no me apetece nada,
lo siento.
Es posible que algún día me entre el miedo y me conforme con
las sopitas y el buen vino, pero ahora mismo lo que me apetece de verdad es
pegarme una buena pasada para terminar en un “explotido” maravilloso que me
ahorre el largo y tedioso camino hacia la nada que nos aguarda a todos.
¡¡¡¡ Cagon la leche!!!!
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