Repasar titulares en busca de inspiración para escribir
tiene, de vez en cuando, recompensas curiosas como la de hoy. El titular hace
referencia a un equívoco de 50.000 voltios, un ciego, un bastón y algunos
enloquecidos policías que viven su función como una paranoia vital.
La cosa es que un policía le descargó 50.000 voltios de su
pistola Taser (como los “fásers” de Star Trek pero en cutre) a un peligrosísimo
individuo, CIEGO, que transitaba por la
calle ayudado de su bastón y al paso lento de la cervecita que me está
esperando en el Pub. Pues bien, tan pacífica escena fue transmutada en la
enferma percepción del agente, en un sádico armado con una espada samurái dispuesto
a armar la marimorena.
Yo entiendo que la cosa está muy mal y que el personal hace cosas chungas, pero la policía debería
presumir de una profesionalidad y una calma ante el peligro acordes con su
preparación y su supuesta profesionalidad. Arrearle a un pobre ciego semejante
leñazo voltaico pensando que es un “psico-killer” camino de la fama en la
crónica de sucesos, me parece un exceso.
Menos mal que la cosa no pasó a muy mayores, mayores los
sudores del electrocutado, y la policía
acompañó, esta vez si, al ciego hasta el Pub donde le esperaba su cerveza y
unos amigos que le aconsejaron poner una demanda en condiciones, que es lo
menos que debe hacer. Y al irresponsable responsable, que lo emplumen y le
metan una igual por donde no alumbra el sol, que le va a hacer mucha gracia,
seguro.
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