Que no se nos olvide, que pasó hace dos días.
Un amigo me manda
este incunable hallado en casa de una tía abuela muy integrada en el
régimen de la época. Es sólo un trocito de papel, sólo un detalle, un pequeño
recuerdo de una época que fue y que algunos pretenden rescribir como si todos
fuéramos idiotas. Ahora, cuando la crisis y el desánimo cunden, es bueno que
las huellas de la historia nos pongan delante de la verdad, de la verdadera
naturaleza de la amenaza dormida.
La convocatoria es de 1968, sólo diez años antes de la
proclamación de la Constitución española, esa que tan tocada está y que nos
permitió escapar de esa terrible realidad social que dominaba esa España negra
y siniestra reflejada en la convocatoria. En 1968, como ahora, la Iglesia
permitía celebrar un acto público, una “misa de sufragio” por el alma de Adolfo
Hitler tal y como hace un par de semanas, el 20 de Noviembre, la Iglesia de los
Jerónimos acogía los funerales de Franco y Jose Antonio y animaba a los
asistentes a seguir su glorioso y sacrificado ejemplo.
España ha cambiado, pero la amenaza persiste, está agazapada ahí fuera, muy cerca
y nuestro desánimo la hace grande, le da alas y le anima a buscar incautos que
le ayuden a anestesiar las conciencias. Está pasando, lo tenemos al lado: en
Hungría hay un salvaje que pide la lista de los judíos; en Grecia florece el
fascismo puro y duro y a nosotros pretenden engañarnos presentando a Franco y a
su régimen como algo dulce y agradable, una presencia lejana y entrañable que
salía en televisión pescando salmones y diciendo españoles todos en Navidad.
Mirar la imagen despacio, leerla, recordarla, difundirla,
que no se olvide su mensaje y su verdad: éramos fascistas, España vivía bajo un
régimen dictatorial que asesinó, que se levantó en armas contra una República
desnortada y débil ante la fuerza de la reacción; España colaboró con los nazis
alemanes mandando una división de combatientes a invadir la Unión
Soviética.
Cuando ese escarnio tuvo lugar, yo tenía diez años y España
era negra y vivía dominada por un régimen fascista apoyado por una Iglesia
Católica que saludaba brazo en alto al dictador. Que nunca se olvide, por
favor.
Gracias Jose María por ese incunable, toda una joya de la
historia cotidiana.
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