Wert actúa de sicario en el asesinato de la Filosofía.
El PP ha encargado un asesinato pagado y el asesino se llama
José Ignacio Wert, alias El Torito. Es un asesinato cuyas consecuencias nos
alcanzan un poco a todos y mutila al cuerpo intelectual común de la nación.
Wert ha dejado a la Filosofía arrumbada en el armario de lo accesorio, de lo no
importante o trascendente. La Filosofía abandona el trono al que todos los
educadores habían reverenciado y sale de los programas troncales de la nueva
ley.
La salvajada es tan cruel, tan asesina, tan sinsentido que
debe obedecer a toda una serie de oscuros arcanos de la manipulación política
que deben ir más allá del profundo deseo de gobernar sobre paletos obtusos
incapaces de pensar más allá de los gritos de los tertulianos de la
televisión. La filosofía, desde su
nombre basado en la raíz griega de la sabiduría, en la clara idea de amistad,
búsqueda de la sabiduría lo es todo. Y lo es hasta el punto de que el
diccionario de la RAE define como “Conjunto de saberes que busca establecer, de
manera racional, los principios más generales que organizan y orientan el
conocimiento de la realidad, así como el sentido del obrar humano”
Filósofos fueron los que se formularon las grandes preguntas
que nos han hecho humanos; ellos fueron los que han llevado al pensamiento del
hombre a la búsqueda de la libertad y de las estructuras sociales que la hacen
posible; ellos llenaron los depósitos de las naves espaciales con las primeras
miradas dirigidas a los cielos llenos de estrellas; ellos soplaron las velas de
las exploraciones marinas y ellos nos animan a seguir preguntando y a buscar,
siempre buscar el conocimiento que algún día permitirá comprender el mundo.
Todo lo que la cultura occidental es, todo lo que piensa,
todo lo que construye, desde la arquitectura toda hasta el acelerador de
hadrones del CERN, todo hunde sus raíces en el fértil suelo de la filosofía; la
víctima propiciatoria de la locura que el PP quiere poner en marcha.
Eratóstenes fue capaz de calcular la circunferencia de la
tierra gracias a la sombra proporcionada por un simple palo, pero me temo que
ni siquiera él, con toda la tecnología moderna, sería capaz de medir el daño
causado por tanta estupidez acumulada en una sóla mente maligna.
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