Parapetadas tras el cadáver de Bárcenas, lucharán por el poder.
Como está escrito no me hace falta decir que ya lo sabía: lo
adecuado es decir que lo había vaticinado. Esperanza cabalga el dragón de la
corrupción y lo dirige, cómo no, hacia su propio partido. Vencedora de muchas
batallas y perdedora de otras tantas, Esperanza encarna el populismo de la
derecha más carpetovetónicamente enraizada disfrazada de chulapa.
Esperanza podría ser la reencarnación de cualquier populista
sin escrúpulos que sólo pone de cara de asco ante lo que sabe que le da asco a
todos. Luego usará la mierda como mejor convenga y algo me dice que Rajoy debería
estar muy preocupado con la sangre que va perdiendo y que deja un rastro muy
fácil de seguir.
Por ese rastro le llegará el ataque de Esperanza, primero, y
de Cospedal si Esperanza flaquea: no habrá piedad ni se harán prisioneras, pues
Esperanza quiere la vindicación de las víctimas y como en la tribuna de los
rostra romana, las cabezas de los enemigos adornarán las picas que se muestren
desde la terraza de Génova.
La política española está ahogada en la más putrefacta de
las secreciones infecciosas y Esperanza ha levantado la bandera de la Santa
Indignación patria. Como Unamuno y su Santa Intransigencia, esta demagoga sabe
lo que ha olido y la enfermedad que oculta, de manera que, creo, sabe llegado
el momento de su gran ofensiva.
Nadie moverá un dedo por Rajoy, ni desde Génova ni desde las
urnas y anegado en su f propio fracaso el antiguo enemigo, Gallardón, el camino
se presenta despejado tras decapitar al jefe. Cosas de la política, pero
cuidado: Espe es mucha Espe y me parece que esta vez es la buena. Habrá sangre
salvo que Ignacio Gonález y sus áticos marbellíes sigan cagando en el
ventilador. El hijo es el único que, hoy, podría parar la sed de poder de su
mamá política.
Por lo demás, leer la prensa sigue siendo deporte de riesgo.
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