Cae la noche bajo cero y los canales pelean por seguir abiertos viendo el cielo sin a venda que trae la helada. Aquí y allá, donde el agua se remansa entre los baos de las casas barco amarradas a la orilla, la escarcha blanquea los márgenes mientras los patos alborotan la quietud de un lunes de invierno.
Me enamora esta ciudad que se ofrece suave y tranquila, sin aspavientos, con sus casas sin visillos ni persianas, con sus fachadas torcidas y la nieve silenciando el ruido de pasos y coches.
Cada cual a su manera y para gustos, colores que decía el otro, de manera que mi idilio con la vieja dama prosigue y cada vez que vengo me enamoro un poco más, a pesar de saber que es iun amor imposible y que sus canales seguirán cerrados a mis naves.
De verdad que Amsterdam es bonita de morir!
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