Basta de hacer el panoli.
Tal y como está la cosa, la única solución que veo como
factible es que baje Dios y nos arregle el cotarro, porque pensar que los
políticos van a hacer algo decente es una quimera o un sueño alcoholizado. La
prensa no puede cogerse ni con pinzas: apesta, pringa, hiede, contamina y
desmoraliza todo a la vez.
Bárcenas, el indignado extesorero del PP de acrisolada honradez,
aparece como titular de una cuenta secreta con un saldo medio de quince
millones de euros, pero él es honrado, faltaría más. El ministro de justicia concede
el indulto a un conductor que, conduciendo contra dirección, mata y es
condenado, pero es que, como quien no quiere la cosa la defensa del caso la
lleva el bufete donde trabaja su hijo y su compi de partido I. Astarloa. Todo
eso sin hablar de áticos en Marbella, espionajes varios y que como te de un
chungo en Castilla la mancha por la noche la has jodido, Tadeo: a cascas, que
no hay urgencias.
Empiezo a pensar que es posible que hayamos sido muy malos y
nos merezcamos algo así, pero yo miro a mi alrededor y la gente no es así; mis
amigos no hacen esas cosas; las familias conservan una cierta moral, los
individuos se rigen por ciertos principios éticos que no se ven reflejados en
la acción política.
Dónde está la normalidad: ¿en ellos o en nosotros? Si lo que nosotros pensamos es lo que debe
imperar, las cárceles españolas deberían estar abarrotadas como la plaza del
dúo sacapuntas. Ahora bien, si lo que funciona es lo suyo, muchos hemos hecho y
seguimos haciendo el canelo por la vida, empeñados en demostrar que el trabajo,
el esfuerzo y la honradez son los principios sobre los que luego cada uno puede
elegir ser de derechas, de izquierda o medio pensionista, pero no antes.
Mucho me temo que nos han contado una milonga y estamos
haciendo el lila.
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