Si la cara es el espejo del alma....todo dicho
Por aquello de llevar la contraria a los turiferarios (RAE:Encargado de llevar el incensario)que intentan tapar la realidad de una huida en toda regla, no tengo más remedio que hacer un repaso por la trayectoria de un papa que desde mi punto de vista, subjetivo, parcial y bastante mal informado, ha sido un gestor rancio, soberbio, oscuro, lejano, vanidoso, orgulloso y cobarde, fundamentalmente cobarde.
Centrado en sombreros, zapatos de becerro neonato y modas renacentistas, se ha asomado al mundo para cargarse los nacimientos de bueyes y mulos mientras en la cocina vaticana bullían las ollas de la corrupción a la que ni ha sabido ni ha querido enfrentarse.
Las cuentas de la banca vaticana siguen oscuras y Benito dejó caer su hombre, a Tedesqui después de que intentara cumplir su mandato de limpieza. Ni supo defenderlo ni tuvo el valor de cesar al muñidor Bertone y mandarlo a galeras mientras que los niños del coro vaticano eran convenientemente sodomizados por mediación de un diácono bien relacionado con todos los prostíbulos de lujo de la Roma mas corrupta e influyente.
Y se va corriendo como un vulgar gallina dejando, como legado envenenado, un informe secreto cuyas consecuencias y obligaciones no ha querido afrontar. Lo que deja a su sucesor es, en vulgar castellano, un marrón de proporciones bíblicas que no ha querido afrontar.
Y además, se va rodeado de un lujo asiático, se va a una orgía de placer intelectual en un acto de egoísmo edonista cuyo paralelismo histórico podría buscarse en la burla de Sila, dictador y romano ejemplar que se retiró a vivir sus últimos días entregado a una constante orgía de sexo y alcohol. Cada cual a lo suyo, pero no imagino un jardín del edén más placentero para un sacerdote intelectual que el chiringuito que se ha organizado Benito, de verdad. Si eso es humildad, me declaro el más humilde de los corderos con tal de acceder a los humildes placeres y quehaceres con los que este cobarde pastor llenará sus días y sus horas.
Nada como ser el jefe para que los aduladores conviertan la cobardía en virtud ejemplar.