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sábado, 2 de febrero de 2013

Vocación de maldad


La atracción del lado oscuro

Hace meses que conocemos, por capítulos como en cualquier serial que se precie, las andanzas de Iñaki Urdangarín, de manera que no creo que sea necesario insistir sobre el necesario imperio de la justicia a la hora de evaluar lo que este señor ha hecho, le ha hecho a la monarquía y nos ha hecho a todos. De verdad creo que sería una pérdida de tiempo y un insulto a la inteligencia de los amigos que esto leen.
La normalidad se comenta sola, pero lo que si creo que se debe comentar es la opción personal del que, teniéndolo  todo a favor para elegir una opción ejemplar, modélica y moralmente elevada, se precipita en brazos de la inmoralidad, el delito y la más sucia avaricia. Lo peor, con diferencia, es que este sujeto ha elegido lo inmoral  teniendo a su disposición un futuro ejemplarizante.
Con el apoyo de la corona, este deportista de élite tenía la vida resuelta y además, tuvo el extraño privilegio de poder liderar causas sociales de altísimo valor: deporte, igualdad, solidaridad y además, con repercusión internacional. Pudo haber ayudado al deporte paralímpico, pudo haber sido presidente del COE y haber montado una fundación; pudo también dar conferencias carísimas facturadas por la intervención del Estado y donadas oportunamente o convertidas directamente en ayudas concretas hechas publicas en memorias anuales. Y todo, ganándose la vida extraordinariamente bien en un puesto representativo de Telefónica o similar.
Rechazó la luz para abrazar el delito, la codicia más infame y en lugar de optar por lo mejor, se entregó a una orgía de insensatez e impunidad pensándose intocable. Deleznable, imperdonable y mezquino. Uno de los ejemplos más asquerosos de la degeneración moral a la que puede llegar el ser humano.

1 comentario:

  1. Estoy totalmente de acuerdo contigo, no entiendo como la avaricia puede llegar a tales extremos.

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