Queda tiempo, quizás demasiado tiempo y no está claro
que los tiempos lleguen a tiempo para
traernos la deseada matinada que canta Serrat en uno de sus más básicos éxitos.
Una canción que canta lo que pasa todos los días en la tierra que es de verdad;
la vida que no cambia y que habla de trabajo, de bestias que salen a los
pastos; la vida que siempre ha sido y que debemos recuperar como retorno a la
verdad.
Hemos perdido el norte, hemos dejado de vigilar el caballo
con el ojo del amo y el caballo se ha ido con otro, con el que lo ha vendido a
nuestras espaldas. Debemos volver a la santa intransigencia de Unamuno, al más
hispánico y racial cabreo cósmico que haga subir la presión de la caldera
social hasta que los malos se den cuenta de que la cosa va en serio; hay que
hacer de la necesidad virtud y volver al
mirada a lo más básico; debemos recuperar aquella austeridad que no convertía
en más lo que era menos; hay que volver
a decirle al loro que todo tiene su ración medida.
Por casualidad y gracias a Spotify me encuentro con un
Serrat básico y sincero; un Serrat que habla de lo que es verdad y eso siempre
ayuda: lo simple funciona y la indignación colectiva debe ser, algún día, el
motor del cambio que muchos demandamos necesario. Falta que algunos más se
sumen, que esos que ahora miran al otro lado buscando la justificación del
error de los suyos miren dentro y sientan asco de su asco y ya no busquen fuera
lo que dentro les regalan a paladas.
Vientos de cambio que deben empujar velas negras de enfado para llegar
a buen puerto. Nada más verdad que lo sencillo, tan sencillo y tan verdadero
como lo que sentimos al decir aquellas
palabras de amor que un día dijimos porque el amor era, y sigue siendo, una verdad necesaria.
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