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martes, 31 de agosto de 2010

Tempus fugit


Se ha ido Agosto con un regusto de tiempo dormido y amistades lejanas; de veraneos a medio galope sin acabar de desbarrar; de calores forzados que han llegado como a empujones, sin acabar de estar convencidos, pero presentes a la fuerza. Se va un Agosto que recuerda los años de retorno a las casas del pueblo, envidia de los urbanitas que no teníamos pueblo donde retornar.
Se va Agosto sin que hayan vuelto del todo las ganas de trabajar o el hartazgo de los atascos costeros entre Torremolinos y el Mercadona; entre la playa y ese apartamento en el que “nosotros ni nos enteramos del jaleo, de verdad”, pero en el que el jaleo se entera de su presencia para montar atascos, ruidos de terrazas y verbenas de fuera de calendario.
Viene un año que tiene ganas de orientarse para llevarnos de la mano a la esperanza; pero que todavía está tímido y como temeroso de que los malos vuelvan para amargarnos la vida; vuelven los proyectos y los planes sabiendo que todo es posible, pero un poco cuesta arriba y que hay que dejarse los bofes para hacer cumbre.
El tiempo corre detrás del mismo tiempo para alcanzarse a la vuelta de la esquina, del despertador y del atasco; de la modorra del autobús o del tren; de la rutina de saber que, un año más, la mesa sigue ocupada por los mismos papeles y obligaciones sin que nuestra ausencia haya cambiado su ritmo de empedernida autista. El mobiliario de las oficinas es quien, de verdad, rige y gerencia los proyectos y negocios. No son las personas, son los muebles que habitaron otras personas los que aprendieron las rutinas para hacerlas eternas y constantes.
Sonarán los teléfonos y se convocarán reuniones nuevas que tratarán de los antiguos temas, pues son las mesas y las sillas las que susurran los temas estancados en la memoria del tiempo. De vez en cuando, alguno no volverá y ejercerá el derecho de rebeldía para abrir las ventanas de la vida y saltar al esperanzado vacío de un sueño, pero son los menos: los más, los nosotros todos, volveremos a encender el ordenador intentando no olvidarnos de la contraseña para comprobar que los otros, siempre el infierno de los otros que nos suponen eternos, atentos y constantes, siguieron pidiendo contestación a los correos que no nos importan y que ellos catalogan de importantes.
Millones de horas aguardan a la discusión de lo que, de verdad, es importante, pero hoy lo que importa, lo que de verdad importa a muchos, es que el tiempo se ha ido y Agosto se ha llevado entre sus días el sueño de reencontrarse con aquel amor perdido; de recuperar el control de nuestra vida a lomos de las suaves olas; de ver la noche deslizarse entre los besos y de volver a llenarse la vida con la luz de las estrellas. El tiempo se ha ido volando detrás de nuestros sueños.

lunes, 30 de agosto de 2010

No hay extensión más grande...

Esta foto muestra alguna isla de árboles, pero también se ve un horizonte de agua imposible de abarcar.

Hace días que tengo la intención, que no las ganas, de escribir algo sobre Pakistán y la enormidad del acontecimiento me tiene paralizado por la imposibilidad de calibrar mi pensamiento y mis ideas de acuerdo a la inmensidad del suceso. Son tamaños, cifras y tragedias que no podemos medir con baremos conocidos, pues las tragedias a las que estamos acostumbrados se adecúan a un tamaño manejable: doscientos muertos en un accidente de avión; miles de afectados por un huracán; inundaciones en Alemania o en Holanda con gente en los tejados de casas y granjas. Vale, cuando vemos o leemos esas cosas, sabemos de lo que estamos hablando, pero ¿Qué pasa cuando las cifras de afectados directos son superiores a los veinte millones? ¿Qué hacer cuando miles de hectáreas, comarcas enteras, quedan convertidas en marismas? ¿Cómo manejamos esa enormidad?
Personalmente, no soy capaz de imaginar a toda la población de España afectada por un mismo suceso; un suceso que, inevitablemente, contará sus muertos en cientos de miles. El terremoto de Haití fue una calamidad, pero es que esto es un Armagedón, un holocausto que yo no puedo abarcar ni concebir y que, por eso mismo, por su extensión y enormidad, me paraliza.
Ante un muerto se puede llorar, pero ¿qué se puede hacer ante cientos de miles de futuros muertos? Hoy tienen hambre, pero mañana tendrán cólera, disentería y pasado mañana, o el otro, los muertos comenzarán a llenar esa marisma contribuyendo a que las enfermedades infecciosas se extiendan como una plaga bíblica.
Asomarse a las cifras es llorar: cien mil mujeres embarazadas que, con muchas probabilidades, perderán a sus hijos y ellas mismas estarán cercanas a la muerte. Copio un párrafo tomado al azar de los miles de enlaces de internet “han anegado miles de aldeas, han arrasado decenas de puentes e instalaciones de telecomunicaciones, han bloqueado carreteras e inundado miles de hectáreas de cultivo”.
¿Dinero? No hay tiempo para que el dinero se convierta en tierra seca y agua potable; no hay posibilidad de que un estado inoperante en la normalidad pueda hacerse cargo de esa multitud necesitada. No hay tierra seca; no habrá cosechas, los animales domésticos se han ahogado o desaparecerán comidos por las hordas del hambre: casi no hay país y no encuentro forma de asumir esa única tragedia y además, olvidarme de que China está más o menos igual pero no lo sabemos y que los monzones de este año se han tornado asesinos en lugar de benefactores.
Pakistán ayuda a los talibanes afganos, Pakistán tiene la bomba atómica, Pakistán tiene un ejército enorme a punto siempre de entrar en guerra con la India; pero Pakistán se muere asfixiado bajo miles de hectáreas de agua, barro y destrucción mientras yo escribo, impotente, sin saber muy bien qué puedo hacer y seguro de que esas gentes no merecen que sus gobiernos destinen el dinero a lo que no nunca necesitaron olvidando aquello de lo que siempre carecen.

viernes, 27 de agosto de 2010

Sol


Las piedras reverberan y la calima tiembla en el calor de las cuatro de la tarde de un verano más, de un verano que no pasará a la historia y del que pocos guardarán un recuerdo especial. Los campos sufren de sed y veo, en los sudorosos paseos, cientos de conejos confiados que se han creído que todo el monte es tranquilo y amistoso, pero llegará Octubre y el estampido de los cañones de caza les dará la noticia de que sus meses de tranquilidad se han acabado.
Este año todo transcurre con placidez y el verano se arrastra sin prisa y dejándose llevar por el calendario camino de un septiembre del que sí se espera mucho, aunque nadie sabe si su comportamiento estará a la altura de lo esperado. Para unos, el verano se habrá llenado de amor y de noches de playas viendo las estrellas reflejadas en la sonrisa de la persona amada; para otros, simplemente habrá pasado, se habrá convertido en un recuerdo más lleno de cariño, amor sosegado, pequeñas aportaciones en forma de momentos bonitos y tranquilos.
El amor y la convivencia juegan su partido de muchas formas distintas, dejando que cada quien los viva de la forma más adecuada a sus expectativas, carácter y ambiciones, garantizando el fracaso de todos aquellos que han intentado establecer reglas, normas y manuales. ¿Alguien puede predecir la vida de esa pareja que ahora empieza? ¿Alguien puede decir que esa pareja, que lleva horas sin hablarse y sin mirarse en la playa de moda, se ha olvidado del amor?
Los libros están llenos de posibles combinaciones y juegos malabares que dejan a los amantes sometidos al capricho del destino, pero siempre indefensos ante el deseo de seguir amando el reflejo de la sombra de un recuerdo.
Bajo el sol del verano todo parece más lento, la vida se detiene como para mirar el paisaje que los hombres forman; el calor hace que añoremos la noche y el fresco amanecer sabiendo que es verdad que nada nuevo descubrirán sus luces, porque la esperanza tampoco es nueva, es vieja como las ansias de felicidad del hombre.
Todos soñamos con los verdes campos del otoño, pero el calor aguanta firme y, como los últimos y peor recibidos latigazos del invierno, nos deja chafados contra el aire del ventilador mientras debatimos con nosotros mismos si ponernos en marcha o permanecer tirados dejando que las ideas se amontonen desordenadas en un cuaderno que nunca será publicado.
Es verano y la cabeza se pierde, se desordena y salta de idea en idea, de sueño en sueño sin detenerse demasiado en ninguno, como si todos le gustaran y todos fueran ideas sin sentido. Hoy me dejo llevar por el desorden de escribir sin destino, sin estructura y sin objetivo; escribir al dictado de esos temblores de la calima de la tarde. El aire se mueve arrebatado y la sierra se dibuja al fondo con los contornos difusos, como si también ella quisiera elevarse llena de aire caliente. Todo se va escribiendo solo, se amontona sin orden y yo miro sin tener claro cuando acabar de presionar el teclado, esperando, con curiosidad, la próxima tontería que aparece en la pantalla.
Es la tarde de un viernes que se precipita hacia un septiembre esperanzado que, es posible y deseado por algunos, puede reírse de nuestras esperanzas para revelarse tan plano, anodino y falto de acción como han sido el resto de los primeros meses del año. Por el bien de muchos, incluido yo, espero que no se ría de nadie y deje ver la luz bajo las sombras.

jueves, 26 de agosto de 2010

La medida del hombre


Al contrario de muchos ciudadanos, me siento a gusto en los ambientes en los que el espacio se ha calculado según mi escala, sin hacer caso de esa corriente que nos conduce a perdernos en el centro comercial más grande; viajar en el avión más grande o hacer un crucero en una ciudad flotante.
Protágoras afirmó que “el hombre es la medida de todas las cosas, de las que son en tanto que son y de las que no son en tanto que no son”. ¿Tiene esta afirmación algo que ver conmigo? Todo. Me siento feliz cuando bajo de un avioncito pequeño y me dirijo andando por la pista al edificio del aeropuerto. Me apasionan los barcos de vela en los que bañarse tirándose desde la borda es posible y divertido. Eso por no hablar de los centros comerciales, verdadero engendro transnacional que hacen inútiles los viajes. ¿Para qué viajar si en Guatemala vemos los mismo, tienda a tienda, producto a producto, que en un centro comercial de nuestra ciudad? ¿Para qué volar en busca del mismo Burguer King?
La escala del hombre hace que todos nos sintamos cómodos; la vida del hombre, las comidas y culturas locales, el particular sello de cada ciudad adaptada al ambiente y a la temperatura que obliga a construir y urbanizar según el mejor patrón, en definitiva, todo lo que nos hace iguales y diferentes está amenazado.
Los arquitectos y los ingenieros ponen en marcha su franquicia, su propio Big Mac que estandariza el mundo entero; los mismos rascacielos, los mismos puentes, los mismos macro espacios en los que el hombre no cuenta y domina la marca. Huyo de ellos como del demonio; me espantan los barcos de siete mil pasajeros, los aviones de seiscientas plazas y los aeropuertos en los que debes calcular las caminatas para subir al avión en cuartos de hora; el espacio en el que el hombre se olvida de su propia dimensión.
Eso en la parte física de la cuestión, que cuando la medida del individuo se bate contra el mercado y las grandes cifras, lo que se obtiene es un completo desastre que nos pasa por encima.

martes, 24 de agosto de 2010

A la altura de su historia

Aznar amplía el gesto y demuestra el aprecio que le merece su país, la labor de gobierno, la lealtad institucional y otras menudencias hechas para otros, que él ya se ha forrado y pasa de todo.

Han pasado días de enfriamiento y calma, de olvidar esa primera nausea surgida por la visión de un titular imposible; de un titular que nunca deberíamos haber visto en nuestra prensa y que, sin embargo, se produjo el pasado 18 de Agosto cuando los diarios informaban de la visita de Aznar a Melilla.
Que yo recuerde, Aznar jamás visitó, como presidente del Gobierno, ninguna de las dos ciudades españolas que se encuentran en la costa africana. No tiene mayor importancia, pero es un dato. Aznar, en un alarde de bajeza moral, en una acción que cabe calificar de clara y meridiana deslealtad, se acercó a Melilla a darse un baño de ego y de paso, hacer gala de sus bajos instintos.
Aznar ya dio suficientes muestras de carecer de cualquier rastro de moralidad cuando se apuntó, contabilizando ganancias a cambio de cadáveres y transgresión del derecho internacional, a la guerra de Irak, pero lo que ha ido haciendo en los años en los que ya no ostenta cargo alguno más que el de “ex”, configura un extenso repertorio de conductas cercanas a la traición y situadas, de pleno, en la deslealtad y la amoralidad.
Un político que ha tenido el honor – y la recompensa a la que él no ha renunciado – de dirigir el gobierno de una nación, debe guardar en su conducta un halo de respetabilidad institucional que Aznar no conoce. ¿A que fue a Melilla? ¿A resolver algo? ¿El qué? Sólo fue a molestar al gobierno de su país; se dejó caer en Melilla para exacerbar las posturas más africanistas que todavía subsisten en la extrema derecha de su partido: le faltó gritar a mi la Legión y muerte al infiel, que es lo que le pide el cuerpo en estos casos. Si alguien lo duda, que se acuerde del islote de perejil y del fuerte viento de levante que arrebolaba las mejillas del esbirro Trillo.
Aznar es un personaje deleznable que pasea su rencor por las alcantarillas de la acción política. Aznar es un ególatra enfermizo que no acepta el puesto que la historia le ha asignado y que nada tiene que ver con destinos gloriosos, posiciones internacionales de privilegio o el homenaje de sus conciudadanos. Aznar, y tengo la esperanza de así suceda, está más cerca de ocupar un banquillo en el tribunal penal internacional de La Haya que de la gloria de los próceres inmortales.
No vale la pena comparar la actitud y comportamiento de cualquier ex-presidente de gobierno en los Estados Unidos, Inglaterra, Francia, Alemania... y un largo etcétera de naciones civilizadas, porque la comparación es imposible: ninguno haría nada semejante, cercano o parecido. Si un ex presidente tiene la más mínima posibilidad de colaborar con su gobierno hace una llamada y se ofrece, en primer tiempo de saludo, para echar una mano aportando su experiencia, contactos, conocimiento o lo que sea; pero no se desmarca para colocarse al lado del enemigo y meter el dedo en el ojo del presidente del momento.
Aznar acabará sumergido por la marea de mierda del caso Gürtel, la boda de El Escorial y las tropelías del clan de Becerril con Agag a la cabeza, pero lo que de verdad se merece es el desprecio de una nación que comprueba, cada día, que sólo sirvió para que este impresentable medrara, hiciera dinero, inflara su ego y la dejara tirada a la primera de cambio.

lunes, 23 de agosto de 2010

ESCRITO EN LA ARENA

El calor aprieta, el verano pasa, así que uno se va tres día a remojarse la barriga y se escriben tonterías. Helas:

BELLEZAS SEDENTES


En verano, durante lo más caluroso del tiempo dedicado al sol y al gusto por la sal, la playa se convierte en un museo antropológico que nos muestra el amplio espectro de la normalidad del hombre.
Bajo el sol del verano se liberan lorzas y michelines; sexos olvidados en invierno y pechos –de diversas turgencias y texturas – gritan al aire la alegría de su liberación buscando compañía y las calvas lucen rojas anunciando el próximo eritema solar.
El muestrario es amplio, pero todos sus componentes se rinden y subordinan al reinado de las bellezas sedentes. Estas lánguidas bellas, que suelen rondar los 18 o 20 años, se exhiben quietas y altivas en una postura estudiada y pretendidamente escultural. Sentadas sobre la arena, los brazos hacia atrás, la barbilla erguida y la barriga metida por encima de un par de piernas perfectamente dobladas, desprecian al resto de los mortales a la vez que les regalan el inmenso don de la contemplación de su belleza.
En dos décadas, ellas mismas serán parte del resto del muestrario, pero ahora decoran las playas luciendo carnes morenas y altivez en las tetas.

MARCADO EN LA PIEL


Cada uno lleva un verano distinto marcado en la piel. Ellos –algunos ellos – la sombra del trabajo y de su ropa; del brazo izquierdo abrasado por la envidia del aire acondicionado y que proclama su condición de moderno proletario pero ellas - las soñadas ellas – se dejan marcar la piel con la huella externa de su moralidad asumida.
En la piel femenina se marcan los sueños propios y ajenos; la sexualidad proclamada y la sexualidad reivindicada a escondidas de ambientes restringidos y conocidos.
Como el ganado de siempre, el ganado humano se deja marcar por el fuego del sol veraniego esperando el alivio del invierno.

MOMENTOS DE LUCIDEZ


La mente humana, ese artilugio que tanto ha condicionado nuestra evolución como especie, ofrece, de vez en cuando, muestras de que la naturaleza ha hecho –está haciendo – un gran trabajo.
Newton ve caer una manzana y ¡ZAS! ya tenemos encima de la mesa una ley de gravitación universal. Darwin ve a unos pajarracos con picos distintos y el Vaticano patas arriba durante doscientos años, pero esos grandes y famosos momentos no son nada comparados con la genialidad oscura de la vida cotidiana.
Cada día, el intelecto del hombre avanza, crea, resume, sintetiza, relaciona y concluye teoremas, axiomas y reglas con las que rige y organiza su propia vida en el silencio del anonimato.
Ayer, tras la prolongada y siniestra vivencia de dos años de pesadilla, mi mujer alumbró una definición que cientos de congresos de endocrinología no podrían mejorar jamás: “La menopausia significa que ante la elección de tener sexo o hacer unas lentejas, te pongas a hacer lentejas”. Inmejorable.

EL MEDITERRANEO Y LA PALABRA


El mar interior, el espacio en el que los pueblos de sus riberas viven y desarrollan sus necesidades intelectuales, el mediterráneo, ha consagrado la vida de sus gentes a la gloria de la palabra. Ese mar azul ha sido Oikumené; mare nostrum, el pueblo de la lengua común, y hoy, patio de vecinos mal avenidos que añoran los tiempos en los que ir de casa en casa era motivo de fiestas y celebraciones rendidas a la magia de las nuevas historias traídas en el viento de las velas.
Es el Mediterráneo un mar consagrado a la creación de mundos efímeros y perfectos; mundos enteros nacidos de la apacible charla de allegados reunidos en torno a la mesa, el fuego o la cosecha.
El nórdico es un pueblo consagrado a la reflexión metódica y silenciosa; pero el sur hace explotar sus ideas en cada charla y los universos surgidos de la idea viven y mueren sin otra vocación que ser completos hasta que surja la siguiente idea con la que originar un nuevo universo.
Me agradan mucho esos mundos efímeros que se hunden para siempre en el apacible murmullo de sus tranquilas orillas.

miércoles, 18 de agosto de 2010

El Sr. Embajador

La cosa está como para hacer en tonto

D. Ion de la Riva Guzmán de Frutos es (creo, y si no es él, cámbiese el nombre ) el embajador de España en la India. El Sr. Embajador era, hasta hace unos días, un perfecto desconocido que habitaba los salones de las cancillerías, asistía a fiestas con otros embajadores, inauguraciones, recepciones y se dedicaba, supongo, a las tareas propias de los diplomáticos, funcionarios españoles que no se distinguen, habitualmente, por su excesivo celo y dedicación al trabajo de atender y auxiliar a sus compatriotas en apuros.
Para el común de los españoles, los diplomáticos son una especie casi parásita con la que nos relacionamos poco y mal, muy al contrario de lo que les ocurre a franceses, ingleses y estadounidenses, que ven en sus representantes diplomáticos a los modernos campeones del torneo, prestos a lanzarse sobre todo aquel que ose hacerles mal. Esto es tan verdad que uno de los puntos sólidos de la Constitución Europea era el que hacía mención de la obligada asistencia al europeo por parte de todas y cada una de las embajadas que la UE tiene en el mundo. Eso de verse tratado como un francesito o un hijo de la Gran Bretaña era, para nosotros, como el acceso al paraíso.
Pues en esta tesitura social andábamos cuando el Sr. Embajador en la India se ha descolgado del modelo impuesto por la corrección política habitual y, ante el calibre de la catástrofe originada por las inundaciones del norte, ha venido a decir que “pensar en viajar a la India para hacer trekking por el norte era absurdo, temerario e inmoral”.
Sr. Embajador: por mi, chapeau, aunque supongo que le caerá una buena colleja de la autoridad. Estamos demasiado acostumbrados a “usar” de los países menos desarrollados a base de tirar de dinero y de distancia, refugiados en hoteles de cinco estrellas desde los que ver el tipismo, las curiosas costumbres, los paisajes y la artesanía local a la vez que despreciamos todas las consideraciones sociales, morales y políticas inherentes a lo que vemos.
No se analiza el drama del trabajo infantil “porque están acostumbrados”; no se cuestiona el sistema político porque “yo no entro en si es bueno o si es malo”; el turista sexual se tira las niñas de doce años porque “en su ambiente es normal”; y sobre el papel de la mujer, mejor ni hablar. Ya está bien de inmoralidad: el turista sexual es un ser deleznable que debe pasar su vida entre rejas y todos somos un poco culpables de que en esos países las cosas no cambien, que el dinero del turismo debería usarse en beneficio de la gente, ero ese es otro análisis mas largo y concienzudo.
Hoy, y para acabar, mi felicitación a un embajador que ha dicho que ir a hacer turismo a un sitio en el que la única actividad posible es enterrar muertos es inmoral. A seguir así, que hace falta.
P.D.- Me marcho de campo y playa, asíq eu no habrá nada hasta el lunes que viene.

lunes, 16 de agosto de 2010

LA MODESTIA DE LAS ENCINAS


La encina es un árbol fuerte y generoso que guarda un secreto escondido bajo sus anchas ramas. La encina es un árbol que quería ser hierba y que no pudo cumplir su modesta ambición pastueña. La encina quería mecerse con los vientos sin resistirse, peinando sus hojas según viniera el aire y la lluvia. La encina quería ser comida de las mansas ovejas y el altivo ciervo, pero el hombre la hizo árbol y en su modestia, desde entonces, trata siempre de esconderse haciendo de cada tronco un haz de plantas, un pequeño y macizo trozo de hierba crecida que esconde la desnudez del tronco principal.
Las encinas, por donde yo vivo, son numerosas y antiguas; ofreciendo su belleza expuesta al sol, a los fríos y los hielos que se posan en sus gruesas ramas cubiertas de musgo; pero las encinas de por donde yo vivo buscan la oportunidad de esconderse tras los retoños que surgen de sus raíces y de las bellotas caídas todos los años para hacerse maleza y tratar de cubrir todo el terreno para esconderse todas juntas.
La encina no se acostumbra a dominar el terreno desde su soledad de árbol frondoso y recio, quiere el anonimato de la espesura en la que todos los árboles se hacen bosque y monte para acoger jabalíes, corzos y ciervos, a los que alimentar con sus frutos. La encina, domesticada ella, nos mira pasar con pudor a la espera de que alguien le mande un psicólogo argentino que le ayude a exhibirse con la desvergüenza de una cabaretera, que ella no se acostumbra a mostrar sus carnes desnudas.
Las encinas de mi zona se han visto favorecidas por la suerte de asentarse en terrenos con dueño, pues las tierras abiertas de pasto y coto se ven peladas de todo rastro de árbol, bien sea encina, enebro, fresno o chopo: sólo las retamas, incómodas y persistentes, habitan los pelados yermos ausentes del mimo del amo.
Me gustan esas encinas centenarias que abren sus ramas a los rayos del sol y suben poderosas a los cielos, pero también me gustan esas otras, escondidas entre sus hijos, que se ocultan pudorosas para que el caminante se confunda entre los muchos tallos que se levantan juntos. Son árboles sabios, las encinas; árboles que han visto de cerca, y muchas veces, caer el hacha sobre sus ramas en podas y entresacas, pero que han sido capaces de rehacerse y prosperar calando las duras tierras de una meseta seca y hostil.
Me ven pasar en mis paseos y saben que yo las miro con cariño y ellas se dejan mirar sabiendo que no deben tener vergüenza, que yo se de su secreto y las veo hermosas en su modestia; que no quiero herir sus sentimientos de desearse pradera, fresca y florida. A mí me gustan tal como son: de troncos negros entreverados de musgos y lagartos que toman el sol de la tarde de verano.

domingo, 15 de agosto de 2010

Atracción fatal


Vivo en una comunidad más bien pequeña en la que unos cinco mil vecinos nos movemos sin estorbarnos demasiado, bien repartidos en una extensión amplia de casas bajas salvo en la zona del centro, donde se encuentran bloques de un máximo de tres alturas.
A lo largo del año sólo hay unos momentos, o épocas, pocas, en las que la convivencia se ve arrastrada a la zona oscura de la existencia y delas peores pulsiones del alma humana: en Octubre, cuando se abre la veda y los paseos pro el campo se convierten en un deporte de alto riesgo con propensión a la neurosis de guerra por soportar las cercanas explosiones y los domingos por la mañana, momento en el que la gente se olvida de las más elementales normas de buena educación y sería capaz de aplastar coches con tal de aparcar a la puerta del estanco, agujero negro por el que todos pasamos a comprar el periódico.
Si ni hubiera suficiente espacio para aparcar, la cosa sería más o menos comprensible, pero no es esa la cuestión. Puede haber sitios de sobra a cuarenta metros, pero las miradas se acortan y se fijan en las rayas blancas del paso de cebra, situado a escasos diez metros de la esquina con la carretera. La calle es estrecha y cuando un coche aparca en ese fatídico punto, las posibilidades de organizar una buena zapatiesa de tráfico son realmente altas: los que vienen desde la carretera no pueden pasar, así que el tapón enseguida coloniza esa vía con el consiguiente riesgo de colisión.
La policía municipal, inexistente, jamás actúa en ese punto y el único que da la nota es servidor, que siempre se acerca a la caja despotricando contra los mal educados que aparcan en el paso de cebra con tal de no mover el pesado trasero cuarenta pasos. Unos días se hace un silencio incómodo y espeso, pero otras se produce una airada reacción del propietario del coche que jamás, y digo jamás con conocimiento de causa, se reconoce carente de motivos razonables que justifiquen su mala educación.
Como ya he comentado oras veces, es el “culpable” de una mala acción el que trata de que lo execrable sea denunciar esa mala acción. No es malo haber matado, es malo poner en evidencia al asesino. Como en el caso de os defensores de la religión, de cualquier religión, se ha consagrado el absurdo de tener que defenderse sin poder blandir las razones de la buena educación, las más elementales normas de convivencia o los miles de años de ausencia de pruebas sobre la existencia de ese proclamado y silencioso dios.
La moraleja de toda esta historia es que me confieso indignado por lo poco que mis vecinos valoran la enorme suerte de vivir en una comunidad ajena a las malas prácticas que han invadido la gran ciudad sin que sus habitantes puedan hacer otra cosa que soñar con esos agradables momentos de domingo en los que se pasea con tranquilidad para comprar el pan, el diario y algo de aperitivo. Por favor, olvídense de esa atracción fatal por las blancas rayas del paso de cebra y disfruten de sus piernas.

sábado, 14 de agosto de 2010

Lavapiés


Los dos últimos fines de semana me he dejado caer, en compañía de amigos muy urbanitas, por el castizo y multiétnico barrio de Lavapiés, verdadera pesadilla para algunos puristas de la raza – no me pregunten de que raza se trata, pues el español mezcla muchas y variadas – y una delicia para algunos otros menesteres sobre los que me gustaría incidir.
Pasear por las calles no da ninguna sensación de peligrosidad o necesidad de defensa, sino que es una actividad tranquila en la que te puedes encontrar, como el fin de semana pasado, con una verbena de barrio que ocupa una calle en la que los vecinos invitan a sangría mientras bailan pasodobles y disfrutan de la noche encantados de mantener su propio espacio y ritmo de vida.
Acabamos en la Plaza de Cabestreros cenando en Baobab, restaurante senegalés en el que picamos algo con un sabor estupendo. Ayer, en el restaurante Calcuta, en la misma calle de Lavapiés, cenamos como reyes una comida hindú que nos costó quince euritos por barba, bebidas incluidas.
Cuando he visitado ciudades como Londres o Nueva York, siempre he echado de menos la oportunidad que tienen sus habitantes para recorrer el mundo, gastronómico se entiende, sin salir de casita. Hoy, en Madrid, se abren nuevas alternativas y comida hindú, africana y marroquí o árabe en general, es accesible, original, sorprendente y buena si uno se atreve a probar, actividad muy recomendable y que siempre me ha salido bien, algo que me encanta.
Me imagino que ir de visita en verano y de paseo es una cosa y vivir en el barrio es otra, pero pienso que si se encuentra un equilibrio adecuado, la mezcla de gentes, razas y costumbres configura un mapa muy curioso con el que descubrir cosas nuevas y aprender, actividad importante para todos nosotros. El barrio de Lavapiés tiene la capacidad de convertirse en un ejemplo, ya veremos si bueno o malo: si opta por la integración armónica, por la suavidad y el trabajo, la cosa irá bien y el modelo, parecido a lo que los gais hicieron en Chueca será ejemplar, pero si la tendencia es contraria y la cosa acaba en marginación, violencia, segregación etc, la cosa acabará como el rosario de la aurora.
Mientras tanto, mientras la cosa se define y los racistas claman por la llegada del rayo purificador que limpie la afrenta, os recomiendo que os dejéis caer por sus restaurantes hindúes y os entreguéis al maravilloso sabor de los tandoories, los currys, los pulaos y los diferentes preparados del nan, con queso, ajo, mantequilla...y el mango chutney, forastero que debería ser llamado a integrarse en nuestros platos para endulzarnos el placer de soñar con su fragancia. De verdad, dejaros llevar, que vale la pena.

jueves, 12 de agosto de 2010

La cucaña


En este juego de las fiestas de los pueblos era tan importante ganar como no dejar que el otro ganara, empleando para ello cualquier método al alcance de la mano o de la imaginación. Lo “legal” era derribar al que se acercara al premio usando un palo largo con una bolsa de arena colgada de una cuerda a modo de látigo. Imagino que el porrazo de una buena bolsa de arena en los morros del mozo casi ganador debía ser suficiente garantía para que diera con los huesos en el suelo, pero también se podían tirar petardos, líquidos deslizantes como aceites y jabones y me imagino que alguno, llevado por el espíritu festivo, tiraría algún buen piedro.
Los gobiernos de la España democrática - todos los gobiernos - han intentado subir una cucaña ante la expectante mirada de los demás partidos. Es una cucaña complicada, difícil y sangrienta y los espectadores tiemblan de miedo ante la posibilidad de que el rival tenga éxito. El líquido deslizante es sangre y las bolsas y los palos son los medios de comunicación, que arrean de lo lindo defendiendo los intereses de los próximos.
Todos siguen la cosa con ansiedad, pero hay uno que tiene una clave maestra que podría acabar con el juego, lo que pasa es que nadie le reconocería como el ganador y cree que el juego, para ser más divertido y dejar un buen recuerdo, debe seguir.
España juega su cucaña con el premio de la desaparición de ETA y los partidos que miran, sin estar en el ajo, tiemblan ante la posibilidad de que el éxito se lo apunte otro, aunque sigan los muertos, los atentados y el terror. El que tiene la clave es el PNV, que vivía estupendamente jugando a la amenaza de que el premio se lo llevara su primo para que los demás le pagaran los vinos. El problema es que el PNV ha perdido el gobierno y los vinos se los pagan a otros.
ETA acabará y los gobiernos - todos los gobiernos que estén en el poder - deben jugar con todo el panel de alternativas para que ETA termine. Será éxito de todos, pero el miedo a que el triunfo impulse al enemigo por encima de los demás sigue siendo más fuerte que el dolor de tanto absurdo.

miércoles, 11 de agosto de 2010

Cercano, pero desconocido


El mundo, nuestro mundo, continúa siendo un desconocido para nosotros, incapaces de traspasar las últimas fronteras a pesar de habernos asomado al océano del cosmos. Hace dos días un inglés, moderno Livingston, supongo, terminó de recorrer andando el curso del Amazonas, hazaña que le ha valido reverdecer los laureles de la exploración aventurera. Reconozco mi envidia, pero todavía reconozco más el asombro que me sigue produciendo el enorme desconocimiento que tenemos de nuestro mundo.
El mar, la parte más grande de la esfera, supone un reto del que pocos somos conscientes, pues por debajo de los 20 o 30 metros, el coste de conocer es tan alto que sólo actividades apoyadas con fines lucrativos, como la explotación de los yacimientos del lecho, se postulan como paganos y las consecuencias dan miedo. Los de BP nos ha dado una muestra de lo que pasa cuando los experimentos se hacen con algo que no es gaseosa.
No sabemos nada de las reglas que rigen la vida de la tierra, enorme organismo vivo en cuya piel anidamos como parásitos expuestos a cualquier cambio repentino en el humor del huésped que nos aloja. El mar, los millones de kilómetros cuadrados de agua y fondos de los que nada sabemos, parecen guardar muchas claves y unos cuantos peligros si cedemos a la codicia de intentar alcanzar su riqueza sin estar preparados.
En los fondos se almacena contaminación, metano, capacidad de renovación, nutrientes que afloran en determinadas circunstancias manteniendo la vida que conocemos, minerales de alto valor, depósitos de Co2...el mar es el moderno sagrario que algunos intentarán abrir a patadas diciendo que manejan la mejor tecnología y el más profundo conocimiento, pero nos volverán a mentir en nombre de la cuenta de resultados.
El mar y las últimas fronteras de la tierra deberían ser un santuario dedicado a la mejora del conocimiento; una frontera que sólo el saber debería colonizar y respetar. En lugar de eso, nuestros hijos verán minas de extracción de metano a miles de metros de profundidad, extracciones de oro y otros metales y lo más secreto de nuestra tierra se verá, también, expuesto a un deterioro irreversible que sólo la ausencia del hombre podrá reparar. Cada generación tiene su particular desafío en forma de guerra o tragedia y la nuestra y las que nos siguen, deberán enfrentarse a las consecuencias del paso del hombre. Mala herencia nos dejan y mala herencia dejamos: la humanidad futura nos juzgará, seguro, con toda la dureza que nos merecemos.

martes, 10 de agosto de 2010

Etología humana

Los componentes del propuesto género Hominidae. ¿Que compartimos y que hemos olvidado?
La entrada de ayer, que pretendía ser distendida y algo humorística, ha generado un comentario sobre el comportamiento del hombre que me sugiere la necesidad de hablar sobre la etología humana para poner encima de la mesa varias cuestiones abiertas. Lo primero que diré es que todo lo que voy a comentar es cosecha propia y nace de reflexiones no probadas, razón que me impide cerrar una teoría de forma académica y ortodoxa. Así pues, acepto que será tan válida o falsa como cualquier otra teoría que pueda emitirse confrontando mis tonterías.
Dicho esto, y recordando lo visto en varios cientos de documentales sobre comportamiento animal, me intriga mucho el camino seguido por nuestra especie cuando tuvo que elegir entre seguir la senda del chimpancé y sus sangrientas patrullas fronterizas en las que se dan violencia y asesinato o la seguida por su primo cercano, el bonobo y su plácido comportamiento social regido por una sexualidad multifuncional que todo lo soluciona y arregla.
Soy de la creencia que la evolución determina tanto nuestra anatomía como ciertas pautas de comportamiento que se han demostrado eficaces a la hora de preservar los avances y ventajas competitivas de la especie, y este punto es particularmente desconcertante: nuestra especie ha sido muy inteligente al poner en marcha comportamientos –muchas veces exigidos por la anatomía – claramente contrarios a los que ahora se han entronizado como modelo social a imitar.
Nuestro desarrollo es lento y las exigencias nutricionales de nuestro cerebro son muy altas, aspectos que requieren tanto un grupo cohesionado y eficaz que controle las fuentes de alimento como un funcionamiento social que permita esperar un largo periodo de tiempo la madurez sexual y reproductiva de cada individuo. Esto habla de una organización social muy estable y que según los registros fósiles, era solidaria y cuidaba de individuos enfermos y discapacitados, lo que asegura la valoración del intelecto al mismo nivel que la capacidad física.
Por otra parte, nuestras hembras son de las pocas que mantienen su vida más allá –bastante más allá – de su etapa de fertilidad, lo que implica, igualmente, una funcionalidad que trasciende a la mera reproducción de la especie. Se ha especulado con la ayuda a las hembras fértiles en el cuidado de la prole, transmisión de conocimientos etc, pero el hecho es que el grupo humano mantiene ancianos y miembros físicamente mermados, lo cual establece, en definitiva, un patrón social solidario que prima la cohesión y fortaleza del grupo por encima de la capacitación individual.
Mi impresión/conclusión es que nuestra especie nos empuja hacia la necesidad de incrementar o mantener la fortaleza del grupo, pero que esa misma capacidad social y su exigencia nos impide, muchas veces, ampliar la idea de grupo al conjunto de la especie, dando lugar a comportamientos aberrantes en la identificación del enemigo, peligro o agresión. Nuestros patrones parecen ser suficientes para la familia, la tribu y, como mucho, el clan, pero más allá entramos en un terreno conceptualmente resbaladizo para los patrones evolutivos.
Eso en cuanto a las raíces evolutivas, pero es que esa misma evolución se puso, entera, al servicio del desarrollo de una ventaja competitiva que, ahora, se ha olvidado de la herramienta que la hizo grande: la inteligencia. Esa inteligencia, valor puramente individual, se vuelve contra sus raíces generadoras y se auto reivindica por encima de la vida grupo. Es, en ese momento, cuando el ambiente de seguridad generado por los valores del grupo, permite que un sólo individuo traicione el objetivo común y coloque el interés propio por encima del general y desarrolle lo peor de los comportamientos humanos.
Al igual que el fascismo precisa de la democracia para ver la luz; el egoísmo, la avaricia, la mentira y el engaño precisan de un ambiente estable que no exija al individuo la constante abnegación de sus intereses para la pervivencia del grupo. Ante una amenaza constante, ante el hambre y la necesidad, un miembro que obrara de forma contraria a lo que la supervivencia del grupo precisa, sería erradicado de forma inmediata.
Conclusión: las peores y más aberrantes formas de comportamiento humano, precisan del triunfo de la especie sobre el medio utilizando valores contrarios a los exhibidos en esas conductas aberrantes (que lo son, precisamente, por violar la etología de la especie).
Siento que la conclusión no acepte demasiada alegría o una visión distendida, pero creo firmemente que lo mejor del ser humano –y lo peor – se produce cuando tiene que responder a una situación de crisis absoluta. Es entonces cuando podemos ver la confrontación de los dos modelos expuestos: el original y solidario que se sacrifica por el grupo y el perverso que busca sólo el beneficio propio a costa de la supervivencia del colectivo. Hubo un tiempo en el que los diferentes depredadores demostraban constantemente que el individuo, por si solo, no era viable, pero hoy no tenemos leones cercanos que se coman a los modernos tiburones. Lástima.

lunes, 9 de agosto de 2010

Premio Darwin





El titular, en función del medio en el que se lea, dice, mas o menso que “muere uno de los finalistas de resistencia en la sauna”. La cosa es de risa por lo estúpida, lo banal y lo absurda, pero es que la noticia confirma que la naturaleza sigue caminos extraños para mantener el nivel de la especie y librarse de aquellos individuos que no dan la talla.
Meterse en una sauna a más de 110 grados hasta reventar es ganarse a pulso la muerte, pero es que el que ganó, otro idiota, está ingresado por quemaduras en un hospital y con pronóstico grave.
El 24 de Junio la naturaleza también hizo limpia en el apeadero de Castelldefells, lugar donde murieron unos cuantos inteligentes que decidieron cruzar las vías del tren a patita y cuando pasaba el convoy, que es más divertido que cruzar por donde se debe.
El ser humano es libre y su capacidad de elección infinita, pero a veces se le va la mano y se pone contra las cuerdas sin que se puedan explicar demasiado bien los motivos de tanta estupidez.
La teoría de unos cuantos amigos es que la naturaleza se defiende de esas tonterías eliminando a los sujetos menos aptos y así la especie no retrocede, única explicación plausible para tanto despropósito.
Creo que hoy, con esta noticia, he encontrado un adecuado motivo para convocar oficialmente el premio Darwin de 2010 y a la vez, proclamar mi candidato al premio en este sujeto muerto en la sauna. Se aceptan otras candidaturas, así que a animarse tocan.

Por su interés, reproduzco la noticia:

El Campeonato Mundial de Sauna que se celebró ayer en la localidad finlandesa de Heinola terminó en tragedia. Uno de los finalistas, el ruso Vladimir Ladyzhensky, falleció con graves quemaduras, según ha informado la organización del evento. El otro finalista, Timo Kaukonen, vencedor en varias ocasiones también ha acabado hospitalizado en la ciudad de Lahti. El vencedor del torneo es el que más tiempo resiste en una sauna con temperaturas superiores a los 110º centígrados.

Los organizadores se han apresurado a suspender el torneo y a asegurar que se han seguido en todo momento las reglas del concurso y que había suficientes efectivos de primeros auxilios. Además, aseguran que todos los competidores aportan certificados médicos para poder inscribirse. En cualquier caso, la policía ha abierto una investigación.

Las imágenes de la final distribuidas por las agencias muestran a los dos finalistas siendo atendidos con graves quemaduras. De hecho, ambos perdieron el conocimiento durante la prueba, que tuvo que suspenderse.

La de ayer era la duodécima edición del campeonato, que se celebra desde 1999 en la localidad finlandesa de Heinola, a unos 140 kilómetros al norte de Helsinki. En la presente edición, participaban 135 hombres y mujeres procedentes de 15 países, informa EFE. Los competidores han de aguantar el mayor tiempo posible en una sauna a temperatura extrema -en el caso de los hombres, la temperatura inicial es de 110º- mientras se echa medio litro de agua en la estufa de las piedras cada 30 segundos, por lo que la humedad también es extrema.

Vladimir Ladyzhensky ya entró entre los seis finalistas -el título se decide entre los seis participantes que hayan ido superando las rondas previas- de la edición de 2009, en la que se impuso Kaukonen, vencedor también en 2003, 2005, 2006 y 2007.

domingo, 8 de agosto de 2010

Arquitectura

La plaza de Cabestreros en Lavapiés, cúmulo de engendros que ilustran el manual de cómo detrozar una ciudad.

Hubo un tiempo en el que los arquitectos debieron soñar con cumplir una función social y crear espacios en los que el ser humano desarrollara todo su potencial en un ambiente adecuado para su vida. Los arquitectos han sido una clase definida, casi una casta sacerdotal que ha gozado, y goza, de toda clase de privilegios y protecciones colegidas, desarrollando un corporativismo cerrado, hermético y lleno de sentimientos de superioridad muy definidos.
Los arquitectos llevan años desarrollando teorías que nada tienen que ver con la realidad de sus obras, verdaderos engendros que se han dedicado a la mayor gloria y loa del propio ego del autor o a hacer caja a costa de la estética, la armonía de los espacios comunes, el urbanismo más elemental y especialmente, del sentido común.
Los años de expansión económica que hemos vivido –hasta el explotido de la crisis – han dejado España llena de engendros que ni funcionan, ni se ajustan al propósito para el que fueron creados y que sólo han servido para que sus autores se llenen de fatuo orgullo. Calatrava deja en Valencia una postal preciosa que no funciona ni a la de tres: estructuras que fallan, que han multiplicado por 10 los costes previstos y que además, cuestan un congo de mantener. La Ciudad de la Justicia de Madrid se ha parado –tras un gasto promocional infame –porque se han dado cuenta, menos mal que antes de empezar, de que el proyecto no  es viable; es sólo un sueño de megalómanos nuevos ricos, horteras sin gusto y gestores sin norte, pero los arquitectos habían firmado proyectos, habían prometido a los amos que los costes serían los que ellos necesitaban y que su gloria perduraría por los siglos de los siglos amén.
En cuanto a las pequeñas obras, a esas casas que en su conjunto conforman nuestros espacios urbanos, basta un paseo por los cascos históricos y zonas “sensibles” donde nuestra necesidad de armonía y conjunción estética es más alta, para darse cuenta de que las penas de cárcel son insuficientes para castigar tanta vulgaridad, tanta falta de gusto y tanta mala idea; única explicación para que se hayan construido semejantes engendros.
Eso si: la casta se sigue reivindicando como clase superior y depositaria de las esencias del buen gusto y de una ciencia que les garantiza la impunidad para pontificar como si los demás, los normalitos, fuéramos poco menos que gilipollas. Vayan Vds. al carajo, chapuzas.

sábado, 7 de agosto de 2010

Marcha



Recuperar la andadura es volver a descubrir el mundo en sus dimensiones humanas, no el las longitudes y distancias del coche o el avión; la marcha vuelve a medir el espacio en pasos, en sudor y en esfuerzo, dando a la historia un valor diferente según se experimenta el cansancio.
Los kilómetros vuelven a tener 1000 metros, ni uno menos, las cuestas, ante las que se carece de la ayuda de los caballos del coche o la moto, requieren de un aporte extra de fuerza y hay que volver a encontrar el ritmo particular, ese que nos ayuda y nos permite subir con el paso extendido y firme, pesado y eficaz.
Los peregrinos del Camino de Santiago dicen que el camino cambia al caminante, pero no es el camino, es la marcha, el ritmo del paso y el discurrir de la distancia acomodada al sudor. Hemos perdido la medida física del espacio y el terreno y al reencontrarlas nos damos cuenta de varias cosas que habíamos olvidado. Una de ellas es que el cuerpo tiene una memoria física, un registro subyacente que vuelve a programar los movimientos en la secuencia aprendida hace años, en otras épocas en las que el cuerpo anduvo de forma sostenida. Otra es que la historia no valora la realidad de las vivencias de aquellos que la construyeron. Leemos que una de las legiones de César marchó 60 kilómetros en auxilio de otra legión cercada por los galos y presentó batalla, pero no sentimos el cansancio inmenso ni el terrible esfuerzo de la lucha.
La marcha es ritmo y abstracción, llegando a colocar los pensamientos en un plano diferente, más físico y más sudoroso. Empiezas a andar y tus pensamientos son elevados, ágiles –esto que estás leyendo se origina en los primeros dos kilómetros del paseo de hoy – para ir perdiendo altura a medida que avanzan los kilómetros y el sudor empapa la camiseta. Cuando ya estás cerca de los 20, tu voluntad se ha concentrado en un punto físico que mantiene el ritmo y ordena la realización del esfuerzo mientras vas sintiendo el camino.
La marcha nos conecta con algo básico para el ser humano, con la naturaleza que determinó el desarrollo de toda una rama evolutiva de bípedos que hizo, de este sistema de traslación, la palanca sobre la que desarrollar la habilidad, el intelecto y su aventura como especie.
Es andar, tan simple como poner un pie delante de otro, pero nos aporta mucho y os invito a descubrir vuestros propios caminos: seguro que os sorprenderán.

viernes, 6 de agosto de 2010

Del español y las prohibiciones


La relación del español con el poder, con la Administración o el Estado, es, más que curiosa, de enfrentamiento puro y duro. Cuando el español piensa en el estado piensa en un ente abstracto en el que no participa de ninguna manera, del que nunca parte nada bueno y del que hay que aprovecharse todo lo que se pueda. Cuando en los primeros pasos de la democracia hubo que enseñar al ciudadano a pagar impuestos, se recurrió al slogan de Hacienda somos todos, pues lo primero y más importante era conseguir que el ciudadano se sintiera incluido en el estado.
En las últimas semanas estamos asistiendo a una serie de debates que plantean la conveniencia de prohibir o no prohibir determinadas cosas, conformando dos bandos –otra vez –que se posicionan a favor o en contra de las últimas medidas.
En primer lugar, me gustaría dejar claro que creo, con toda sinceridad y humildad, que lo que nos molesta a los españoles no es la generación de una ley, norma o reglamento: con lo que no tragamos es con la obligación de cumplirla. Desde siempre, las leyes españolas eran “para los otros” nunca para mi. Con esa actitud se entablaba el diálogo con al guardia civil y cuando el agente nos sancionaba y nos colocaba en el lugar que nosotros siempre asignamos a “los otros”, estallaba la indignación bajo la fórmula “Vd. no sabe con quién esta hablando”. Es decir: Vd. no sabe que yo pertenezco a los que viven al margen de la norma. España es – según los expertos en leyes – uno delos países con más legislación sobre cualquier cosa del mundo, y uno en los que menos se cumplen las leyes, reflejo tanto de la actitud del que gobierna tranquilo gracias al “yo ya lo he dicho” como del gobernado: “esto es para los demás, no para mi”.
Esta forma de entender la gobernanza llega hasta extremos vergonzosos, como cuando un ex-presidente de gobierno reivindica su derecho de ir a 200 con el coche, borracho como un piojo y nos asegura que ya sabrá él lo que le conviene hacer o no hacer, que en eso, como en todo lo que concierne a su propia vida y voluntad, la autoridad no tiene nada que decir.
La polémica de estos días se ha montado con los toros y se ha enarbolado la bandera de la propia libertad de elección para ir o no ir a las corridas como fundamento central del rechazo a la ley. Creo, otra vez con toda humildad, que eso es equivocar el plano en el que se dirime la cuestión, pues en esa reivindicada libertad no se tiene en cuenta que la acción positiva, ir a ver las corridas, implica de forma indubitable que unos animales van a sufrir un tratamiento verdaderamente cruel. Para mí, la clave está en ese pequeño detalle que justifica, no ya la acción negativa, prohibición, sino la acción positiva bajo la fórmula de la protección de los animales y el impedir que haya diversión asociada a su sufrimiento. En esa idea entran las cabras que se lanzan desde los campanarios; los gallos colgados de una cuerda esperando ser decapitados; las peleas de perros y gallos y tantas otras lindezas que la dureza de nuestras costumbres ha ido dando por asentadas en nuestras vidas.
En cuanto a las restricciones y normativas sobre el tráfico, debemos entender que no hay más remedio que reconocer la eficacia de las mismas a la hora de bajar el número de accidentes. España ha venido pagando una factura de sangre imposible de mantener. Han sido años de más de cinco mil muertos, innumerables heridos severos, discapacitados con tetraplejias y hemiplejias y entornos familiares destrozados por culpa de excesos; bien en la velocidad, en el consumo de alcohol o por distracciones muy dañinas al volante. En cuanto al tabaco, más de lo mismo aunque con un matiz: si es tan malo y dañino, a por todas: se cataloga como droga -que lo es - y se prohibe su venta. Punto y nada de hacer el hipócrita recibiendo impuestos pero fastidiando al consumidor que, no se olvide nunca, no es libre de decidir fumar o no fumar: ya está enganchado y no tiene libertad para fumar o no fumar. (Y lo digo yo, que me he librado temporalmente, pero que me reconozco enganhado)
España debe acostumbrarse al imperio de la ley como norma básica y no es lógico, o por lo menos a mi no me lo parece, que cuando un parlamento, órgano de representación popular del que emana la legitimidad de las normas generadas, publica una ley que a otro estamento de la administración no le gusta, se permita el lujo de no considerarse estado y torpedearla. Por ejemplo, la Ley de Dependencia y la Comunidad de Madrid.
Por último, no nos olvidemos que los sectores más recalcitrantes en defensa de esas libertades individales, son los que niegan, d eplano, cualquier palneamiento sobre el derecho a decidir momentos y ccunstancias de la propia muerte, la eutansia y el aborto. Y e elaborto todavía se puede discutir si hay un segundo en el baile, pero en la capaidd de decidir cundo y como morir, no creo qu nadie tenga nada que ecir alv el propio interesado, vamos.
Las leyes regulan, bien llevando la cosa al terreno de las acciones positivas o bien en el de las acciones punitivas, pero siempre, siempre, las leyes restringen, delimitan y marcan terrenos y comportamientos que hacen que los movimientos de todos y cada de nosotros no entren en conflicto con los movimientos del resto; se considere el plano que se quiera: personal, jurídico, mercantil o cultural.
El mayo del 68 acuñó la frase famosa de “PROHIBIDO PROHIBIR” definiendo, más que un deseo, una forma de convivencia utópica y libertaria que no pasó nunca de un estado de proto-deseo para convertirse en teoría política. Ante ese slogan, reivindico otro más antiguo y más completo que pide “una sociedad de hombres justos que no precisan de la justicia”. Como sueño, mucho más completo, racional y solidario: la justicia interiorizada por todos para hacer superfluos los organismos judiciales. Ahí queda eso.

miércoles, 4 de agosto de 2010

Vix Natura Medicatrix


Los antiguos médicos griegos y latinos mencionaban esta máxima, el poder curativo de la naturaleza como preludio al “dejar hacer a la naturaleza” que tantas veces hemos oído. Estos días, en los que el mes de agosto invita a la huida y los que nos quedamos trabajando podemos bajar un poco el pistón y dedicarnos a faenas propias del tiempo libre, los paseos por el campo confirman esa máxima.
En los caminos se cruza la vida, se ven conejos, perdices, abejarucos, reptiles de toda especie y hasta rastros extraños que en mi ignorancia no soy capaz de identificar. Es la naturaleza que resurge con fuerza en cuanto bajamos un poco la presión. El otro día, por la noche, un búho vino a posarse en la farola que está junto a la puerta de casa, otra especie que necesita un poco de sosiego y calma para reproducirse.
Siempre me he preguntado en lo que sería la zona en la que vico si la gente dejara en paz a los animales que ahora la pueblan o que un día estuvieron presentes en ella. Un ejemplo es el de los cuervos, pájaro por el que siento una inclinación especial y que me apreció ver el otro día en un paseo de atardecida. Se los cargaron por no se que extraño bulo de que atacan al ganado.
Siempre pongo el mismo ejemplo cuando hablo de estos temas, pero es que es tan sencillo de comprobar que no comprendo cómo no se ha generalizado: las Islas Medas. No creo que esta zona especialmente protegida tenga mucho más de cuatro kilómetros cuadrados y sólo con esa pequeña extensión genera millones de euros cada año, tanto en turismo de inmersión como en beneficios directos a la pesca. Cuatro piedros mal contados están dando vida a toda la zona y eso solo con solo dejar que la naturaleza se organice solita.
Llegará Octubre, llegarán los “yonkies” de la caza, esos remedos de Orzowey patéticamente disfrazados de camuflaje militar y la naturaleza volverá sentir las heridas de una presión absurda y desmedida que no deja en paz ni a las hurracas. Lástima.
Curiosidad: He puesto el título en el orden que lo recuerdo y, al comprobarlo, me lo he encontrado de todas formas: natura (o naturae) vix medicatrix; medicatrix vix natura etc. Vamos, una coña.

lunes, 2 de agosto de 2010

Cuentecito del fuego


Este año, en teoría lleno de probabilidades de incendios forestales, tenemos muy pocos. Creo que hoy ha sido noticia uno, pero a estas alturas otros años las hectáreas calcinadas se contaban por miles.
El año pasado tampoco fueron muchos. ¿Alguien ha hecho la correlación entre los años de bonanza económica y actividad inmobiliaria y los incendios? ¿Alguien ha medido la bajada de esa lacra cuando hay crisis?
Me dirán misa, me contarán historias, pero está absolutamente claro: el monte se quema porque se quiere construir y urbanizar. La naturaleza no rinde –o no hemos sabido hacer negocio con ella – así que a quemar bosques y a construir chalets, que eso si da una pasta, o daba, que la cosa sigue chunga.
Moraleja: si quieres que el monte no se queme, no dejes que los que lo queman hagan negocio. Es simple, pero parece que eficaz. En cuanto vuelva a moverse el dinero, los especuladores volverán a la carga. Tiempo al tiempo.

domingo, 1 de agosto de 2010

Un lujo cercano

Collado Ventoso, espléndido tras el esfuerzo de la subida.

Hoy, cuando la alarma del móvil ha sonado a las 6,30 de la mañana, no ha pesado el sueño, ha podido la ilusión y la anticipación de un reencuentro con los retorcidos pinos de la sierra de Guadarrama, esa sierra que todos los fines de semana sufre la llegada de las hordas de madrileños sedientos de naturaleza.
Hoy era el Camino Schmidt, senda abierta a principios del Siglo XX por el Austriaco Eduardo Schmidt, uno de los precursores que junto con otros pusieron en marcha la creación de clubs y sociedades deportivas de montañeros, senderistas, geólogos y cartógrafos que abrieron los valles y las cumbres de ese lujo cercano tan asequible y dura cuando, en pleno invierno, las nieblas, ventiscas y tormentas se ciernen sobre valles y cumbres dando más de un susto a los incautos.
Yo era muy pequeño, casi un muñeco, cuando las excursiones de mi grupo de Scouts me enseñó a cuidar de esos parajes; me inculcó un inmenso cariño por esos pinos y esos árboles que se cargan de nieve en el invierno y tienden sus ramas a la solana del sur dejando sus troncos ciegos al norte, punto desde el que ya saben que lo único que llega es frío, helada y oscuridad. Estuve muy poco tiempo con ellos, pero fue suficiente para que las cosas positivas de lo que ahora veo como un movimiento proto-verde y solidario se asentaran en mi interior sólidamente.
Con ellos pasé frío y estuve en actividades diversas y curiosas: estuvimos limpiando zonas de campo de bolsas y latas, ayudando a los enfermos imposibles del tren de Lourdes y a los temporeros de la vendimia francesa, pero recuerdo con especial nitidez momentos y sensaciones en la naturaleza: amaneceres, cuadros nocturnos y paisajes con y sin nieve, pero casi siempre con frío.
Una vez intentamos hacer el camino Schmidt subiendo desde la estación de Cercedilla. Llevábamos los sacos porque la idea era hacer noche en una salida de fin de semana, máximo lujo de aquella época: pasar la noche en refugios de la zona. (Ahora es imposible, esos refugios se cerraron para siempre y no es posible hacer vivacs o acampadas libres). Empezamos la subidilla a las Praderas y nos encontramos las primeras nieves en los inicios de la Calzada Romana. Miradas serias de los jefes y al poco, según la senda ascendía, la nieve se cierra y las antiguas Chirucas (no confundir con las actuales, impermeables y estupendas) demuestran todas sus carencias y nos tenemos que dar la vuelta.
Poco tiempo después dejé el Grupo a favor del baloncesto y el camino Schmidt se quedó en ese lugar de la memoria que acumula deseos insatisfechos lleno de atributos soñados y nunca vistos. Hoy he vuelto a la zona, he recorrido esa senda histórica y he vuelto a ver a aquellos pinos que tanto he echado de menos.
La caminata ha sido un constante reencuentro con esas caminatas que tanto me gustaron y que tanto me enseñaron. Y por cierto, un dato curioso: todo el recorrido desde el Puerto de Navacerrada hasta el parking de las Praderas, en dos horitas, cuando acabo de ver en un site estima en una hora y cuarenta y cinco minutos el trozo que va desde el telégrafo al Collado Ventoso. Buena forma.