Recuperar la andadura es volver a descubrir el mundo en sus dimensiones humanas, no el las longitudes y distancias del coche o el avión; la marcha vuelve a medir el espacio en pasos, en sudor y en esfuerzo, dando a la historia un valor diferente según se experimenta el cansancio.
Los kilómetros vuelven a tener 1000 metros, ni uno menos, las cuestas, ante las que se carece de la ayuda de los caballos del coche o la moto, requieren de un aporte extra de fuerza y hay que volver a encontrar el ritmo particular, ese que nos ayuda y nos permite subir con el paso extendido y firme, pesado y eficaz.
Los peregrinos del Camino de Santiago dicen que el camino cambia al caminante, pero no es el camino, es la marcha, el ritmo del paso y el discurrir de la distancia acomodada al sudor. Hemos perdido la medida física del espacio y el terreno y al reencontrarlas nos damos cuenta de varias cosas que habíamos olvidado. Una de ellas es que el cuerpo tiene una memoria física, un registro subyacente que vuelve a programar los movimientos en la secuencia aprendida hace años, en otras épocas en las que el cuerpo anduvo de forma sostenida. Otra es que la historia no valora la realidad de las vivencias de aquellos que la construyeron. Leemos que una de las legiones de César marchó 60 kilómetros en auxilio de otra legión cercada por los galos y presentó batalla, pero no sentimos el cansancio inmenso ni el terrible esfuerzo de la lucha.
La marcha es ritmo y abstracción, llegando a colocar los pensamientos en un plano diferente, más físico y más sudoroso. Empiezas a andar y tus pensamientos son elevados, ágiles –esto que estás leyendo se origina en los primeros dos kilómetros del paseo de hoy – para ir perdiendo altura a medida que avanzan los kilómetros y el sudor empapa la camiseta. Cuando ya estás cerca de los 20, tu voluntad se ha concentrado en un punto físico que mantiene el ritmo y ordena la realización del esfuerzo mientras vas sintiendo el camino.
La marcha nos conecta con algo básico para el ser humano, con la naturaleza que determinó el desarrollo de toda una rama evolutiva de bípedos que hizo, de este sistema de traslación, la palanca sobre la que desarrollar la habilidad, el intelecto y su aventura como especie.
Es andar, tan simple como poner un pie delante de otro, pero nos aporta mucho y os invito a descubrir vuestros propios caminos: seguro que os sorprenderán.
juro que acabo de hacer un comentario y no está
ResponderEliminarPues si no me dices quien eres, no te puedo ayudar, lo siento. Es lo malo de ser anónimo,que nadie te conoce:-) El autor.
ResponderEliminarBueno trataré de reconstruirlo más o menos, venía a decir que actualmente los caminantes, o los que les gusta hacer camino al andar lo hacen por infinitas razones, sentirse naturaleza, ver piedras, nieves, arboles, plantas, bichos y animalejos, huir de casa, olvidarse de problemas,perderse, llegar a ninguna parte, escepto los que buscan marcas, cronometran, alcanzan cumbres o buscan el arca perdida. Pero la la realidad es más vulgar, la inmensa mayoría lo hace, por sentirse en forma, por quemar calorias, por adelgazar, por salud etc. Las verdaderas razones se nos olvidan el hombre tuvo necesidad de caminar y mucho por buscar comida, por agotar habitats provisionales, por cazar, por perseguir esa caza, por huir de depredadore, de otras tribus, de catastrofes naturales y cambios climaticos.El hombre dejo de andar el día que descubrió que el trigo se podia plantar, se domesticó al perro, a la vaca, al borrego y se puso una huerta, y de paso perfeccionó su hacha de silex.. y luego llegaron los mercadona y carre fur y nos quedamos definitibamente en casa- A esos caminantes, senderistas y naturalistas tan forofos de la naturaleza, si de verdad quisieran volver a los órigenes del caminar, deberian perderse en selvas, montañas, mares y desiertos, sin brújulas ni comida, algo como supervivientes pero de verdad y para toda la vida, entonces si sabrían lo que era caminar
ResponderEliminarCamnar es disfrutar del camino y de la naturaleza, descubriendo en cada recodo un espectáculo inesperado. Se hace camino al andar... Sin prisa, sin pausa pero con la suficiente capacida de observación para darse cuenta de cada piedra, de cada tronco, de cada bache... Caminar por la ciudad es otra cosa. Cruces, bocinazos ruidos; en fin, una pesadilla.Pero hay algo mejor: recordar con qué agilidad pasábamos por un angosto y peligroso desfiladero riéndonos del peligro y admirando y deleitándonos con la belleza del paraje Caminar es vivir con la ilusión de llegar a un sitio todavía más bello y pararse a contemplarlo, respirando hondo.
ResponderEliminara.m.
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