España, país teóricamente "aconfesional" se acerca a unas fechas en las que los actos religiosos paralizan el país, ni más ni menos. Seremos confesionales, pero 19 delincuentes se van a ir a la calle por indultos gestionados por cofradías y parroquias, "tradición" que se mantiene sin problemas o conflicto legal.
El papelón de Rouco hace unos días y todos estos anacronismos nos colocan ante una realidad casposa que deberíamos haber superado hace décadas. Incomprensiblemente, no es así y lo religioso sigue omnipresente en todos la estructura del estado; n hay forma de quitárselo de encima.
Y molesta, molesta mucho por causas que van mucho más allá de lo anecdótico. La iglesia esta robando inmuebles, terrenos y propiedades que no son ni han sido suyos gracias a la capacidad -absolutamente inconstitucional, por cierto -de inmatricularlos y registrarlos como propios sin tener que aportar dato o prueba fehaciente alguna.
Nuestros hijos ven reducidos los presupuestos destinados a la educación pública mientras las subvenciones a colegios religiosos crecen y llegan, incluso, a los que segregan sexos, también claramente contrario a lo que la sociedad desea mayoritariamente.
Nos acercamos a los días de la confusión, los días en los que la fiesta y lo festivo oculta bajo la luz las sombras de un aparato perfectamente engrasado que busca mantenerse en el poder, influir en el gobierno y manipular con la superstición para seguir ostentando una posición de privilegio. dadme a un niño para educarlo y os devolveré un soldado de Dios. No lo dogo yo, lo dijo San Ignacio, que dejó marcado el camino para los sigla venideros.
Es hora de librarnos de esta lacra, ya.
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