La Iglesia que añora Rouco. Vergonzoso.
Rouco Varela se reivindica a si mismo y a su idea de una Iglesia perseguidora, punitiva, oscura, siniestra y violenta, primordial y profundamente violenta. Es la Iglesia que persigue el hereje a sangre y fuego; la Iglesia poderosa y terrenal que se entiende y se concibe nacida para mandar y pare regir los destinos de la sociedad.
Rouco, defenestrado e incómodo para el nuevo Vaticano, se mantiene en pie como un fantasma del pasado y de la peor época de la historia reciente de un sínodo arzobispal fascista que soñaba con señorear de nuevo los destinos patrios. Está muerto y lo sabe, pero aprovecha cualquier ocasión para lanzar su "e pur si muove" para darle en las narices a Francisco en una reedición de la famosa anécdota de las beatas: "Pues si el Papa se quiere condenar, que se condene...", pero la realidad es que le han roto la cara y dejado claro que "su" iglesia está muerta y no es deseada.
Ayer, en una lamentable ceremonia oficial que debería haber sido estatal y laica -los funerales privados según el rito que cada cual quiera, los públicos, laicos - Rouco, sin encomendarse a Dios pero si a su soberbia y a su absoluto resentimiento, lanzó una homilía impresentable, asquerosa, falsa, ruin, vengativa y política hasta la raíz que le descalifica y que debería ser motivo del inmediato apartamiento de cualquier acto oficial de la Iglesia española.
No pasa nada, no es nuevo y sólo es una más a cargo de este inquisidor frustrado que añora el olorcillo de la carne chamuscada en los autos de fe, pero es especialmente asquerosa.
A ver si se marcha de una puñetera vez y deja de darnos la murga, que va siendo hora
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