El papa viaja a Palestina, la hoy dividida, destrozada y siempre sangrante Palestina, ese rincón del oriente medio por el que luchan, siempre han luchado, naciones y religiones. Nunca he entendido que a ese maldito rincón lleno de odio, venganzas y sangre se le llame tierra santa, salvo que sea en honor a los miles y miles de inocentes que tuvieron la mala suerte de nacer por allí y que alguna guerra de religión se los llevara por delante.
Toda esa franja está maldita hasta las raíces y si repasamos su historia nunca ha habido espacio para la paz, siempre ha estado sometida las tensiones entre imperios, entre religiones y entre intereses geo estratégicos que nunca ayudaron en nada a sus pobladores. Lo mejor que se paría hacer allí es regarlo con sal y conservar los monumentos para que los turistas, sólo turistas, pudieran ver el absurdo de tanta muerte y tanto odio en una tierra por fin abandonada y sin habitantes que luchen por ella.
Irá el papa y todos se seguirán odiando y peleando por cúpulas doradas, templos derruidos o lugares en los que cobrar entrada por encima y a costa de todo rigor histórico. No he estado y doy por seguro que esos espacios impresionan, cómo no. ¿Cómo no va a impresionar contemplar los lugares en los que tantos murieron por una causa absurda que sólo sirve el interés de aquellos que buscan poder?
No hay tierra más santa que aquella que se llena de trabajo y de paz, la tierra que permite ser labrada a la espera de las cosechas y las vidas que de ella se sustentan. Esa es la bendición de la tierra, de la naturaleza y de la verdadera paz que deja vivir a sus hijos. Lo demás sólo es ambición, muerte y derrota.
En la foto, el arco de Tito que conmemora el hartazgo de los romanos con una tierra y unos pueblos dedicados a las luchas intestinas, la intriga y la traición. La verdad es que que promesa, el tal Jehovah se podría haber esmerado un poco más y buscar otra parcelita para los suyos, que la cosa ha salido fatal.
No hay comentarios:
Publicar un comentario