Simplemente invierno.
Esta mañana, mientras el hielo mordía el termómetro en los nueve grados bajo cero y la ventisca forzaba los límites del aliento vivo, el bosque dejaba oír el canto de los pinos, voz extraña que sólo se eleva cuando los altos fustes se quejan del viento y la oscilación de las copas hace que la madera cruja, se queje y cante por encima de la voz del viento sobre el que cabalga la nieve.
Esta mañana hacía un frío de bigote, un frío de invierno de siempre que se echaba de menos este año y que me ha permitido oír la voz de esos pinos cuyas venas congeladas hacían cantar la madera mientras los pitos reales daban contrapunto con la percusión sobre los troncos.
El bosque en invierno parece dormido y sin embargo, vemos vida sobre la nieve mientras los nidos vacíos de las copas esperan que lleguen los buenos días en los que llenarse de huevos y calor de vida. Hoy nos hemos entregado a la ventisca hasta que el cuerpo ha dicho basta y hemos tenido que buscar el refugio de los coches y en el calor de las duchas calientes.
Bienvenidos estos día de invierno puro, lúcido, plenos de soles helados y vientos antiguos que nos hablan de miedo a la noche y hacen cantar a los pinos.
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