De vez en cuando hay alguien que crea una frase simple, concisa, cargada de significado que consigue meter, en apretado universo del lenguaje, todo un tratado extenso y lleno de inteligencia. Ayer escuché una de esas frases acertadísimas y siento enormemente no acordarme del autor, un contertulio de Hora 25 en la Cadena Ser. Tras comentar los imposibles derroteros de la ley de inseguridad ciudadana, resumía el despropósito con un acerado " Se les ven los correajes".
A este ministro los correajes le asoman por todos lados, aunque posiblemente el más grave de todos sea el dominante en su perfil de supernumerario del Opus Dei. Cuyos preceptos y concepción vital se dejan ver en esta su ley.
No es de extrañar que la religión se haya colado de rondón en ella, pero lo más grave es que haya sido todo el PP el que cerrara filas tras la declaración de guerra realizada a toda la ciudadanía. Este ministro parece haberse olvidado de todas que han montado los del PP cuando los que estaban en la oposición eran ellos, insultos, amenazas y manifestaciones incluidas.
El PP quiere un país aborregado, una sociedad anestesiada e inerme ante la irremediable consagración de un golpe de estado económico protagonizado por sus amos y amparado por el partido desde la legalidad del Congreso de los Diputados. Por fortuna, la legalidad se impondrá, aunque seguro que, tras la nueva composición de los altos tribunales con mayoría del PP, la salvación deberá venir, tardía, desde Estrasburgo, pero todos sabemos que esta ley es cadáver antes de su nacimiento. Lo pero: ellos también lo saben, pero saben que mientras lleguen las sentencias van a campar a sus anchas descabezando derechos civiles.
Este Gobierno, como ningún otro, puede pretender convertirse en juez y parte de aquello que pretende organizar. Hace mucho tiempo que se inventó aquello de la separación de poderes, precisamente para evitar lo que esta ley pretende: la aplicación arbitraria de sanciones. La ley parece tenerlo en cuenta y trata de enmascarar tal arbitrariedad, pero es inútil, no pasará la más mínima inspección.
Tras la inteligente afirmación de "ofensivo es lo que resulta ofensivo" podemos adivinar la coletilla de "y lo que me de a mi la gana, que pare eso soy el ministro". Todo récord se registra para ser superado, pero hasta ayer, parecía que el famoso " la calle es mía" de Fraga tenía estatus de insuperable. Pues no, todo pasa y ya tenemos un nuevo paladín del orden callejero, así que ya lo sabéis niños y niñas: por la acera sólo se circula por la derecha y con el cilicio bien visible, no vaya a ser que el ministro se sienta ofendido por vuestra falta de disciplina y os caiga un puro de los buenos.