Anda el sector durísimo del ministerio del interior, ministro a la cabeza, empeñado en cristianar todo lo que se le acerca a sus competencias, incluidos himnos y juegos florales de la Policía Nacional. Este cuerpo, no militarizado por cierto, anda escocido porque en los últimos actos ha sonado un himno cuyo origen, cristiano y destinatario, ejército que no hace honor a lo esencial de dicha institución.
Para Fernández Díaz no hay nada ajeno a la religión, por supuesto, y no entiende que los demás no acabemos de estar cómodos tragando la purga que él y sus acólitos nos hacen desayunar cada día en las noticias. Para este señor, lo del estado confesional no deja de ser una quimera, que para eso él nos sabe católicos, apostólicos y romanos por mucho que algunos no nos queramos dar por enterados.
Él y los que son como él, se empeñan en hacernos partícipes de sus mentiras, de todas ellas, cuya máxima expresión se haya encerrada y contenida en el nombre del susodicho himno: La muerte no es el final. Por fortuna, sí lo es y nadie nos ha podido demostrar o convencer de lo contrario. La muerte es, por fortuna, el final y por mucho que él se empeñe, tras la caída del telón no nos aguarda nada, nada hay que podamos encontrar ni nadie ha vuelto para contarlo. Lo del mito de Jesús, lo comentamos otro día más despacio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario