Barroco

 San Carlo de Borromini:

una revolución encerrada en una pequeña iglesia.

Vaya por delante que no soy forofo de este estilo, que me encuentro mucho más a gusto en los sólidos espacios del románico o en la exaltación lumínica del gótico, pero ayer me volvieron a demostrar que cuando un comunicador sabe de algo, lo vive de forma apasionada y lo sabe contra, cualquier rama del saber, cualquier manifestación artística se puede apreciar, disfrutar y nos permite acceder a nuevos placeres.

Ayer fue la serie El Barroco de Canal Viajar la que me hizo soñar con un nuevo viaje a mi adorada Roma, la que me sugería sitios, espacios y rincones con los que perderme en otra capa de esa inmensa cebolla del arte que es Roma. Pensaba en mi propio placer y en el placer de poder compartir, con otros amigos, los descubrimientos que sugería el documental: esa cúpula de Borromini, la vitalidad y la exaltación de Bernini, los contrastes de Carvaggio y en general, la explosión de creatividad subyacente en este estilo.

Bien contado, bien conducido, bien estructurado, con los planos justos, enseñando los detalles significativos con precisión y con la extensión correcta, el documental aporta una hora de descubrimientos y de ganas de saber, conocer y experimentar.

Poco más que decir, que lo bueno, si breve, dos veces buenos.