Las gaviotas de Madrid conocían el secreto. Cabronas.
El paso de Alberto Ruiz Gallardón por el Ayuntamiento de Madrid iba camino de ser recordado por esas eternas obras de la M-30; por los sueños olímpicos convertidos en abandono de instalaciones infrautilizadas o por el resumen económico de todo esa gestión opinable pero refrendada por los madrileños, no lo olvidemos: mayoría absoluta y partido ganado por goleada, así que...urnas mandan y a callar.
Alberto Ruiz Gallardón ha debido estar riéndose de todos nosotros como un loco desde hace meses, mejor dicho, desde hace años: desde que un pacto, hecho desde las cercanías de las tinieblas de afuera con las que le amenazaba el núcleo duro de Esperanza Aguirre, le devolvió a la vida política a cambio de su alma. Tu bendición a cambio de que colocar a tu chica, así que Aznar bendijo y Rajoy puso la firma.
Gallardón ha mentido como un bellaco, pero eso no tiene remedio. Por mucho que los diarios y los medios recuerden sus juramentos de permanecer como Alcalde los cuatro años votados, ahora puede marcharse a más altos destinos y dejar a Madrid en manos de una incompetente descerebrada cuya tendencia natural le lleva a entender a la sociedad de una forma espeluznante.
Ana Botella es un insulto completo cuya vida política es un peligro argumental que favorece a aquellos que intentan convencernos de quela democracia es perversa porque facilita hechos como este que ahora comentamos. Su elección será legal, estará tres años y medio al frente del Ayuntamiento de Madrid para escarnio de la historia y para vergüenza de los madrileños. Una vez más, se demuestra que legalidad y ética política pueden discurrir en universos paralelos.
Ana Botella se reúne en la ignominia con Esperanza Aguirre aferrada al poder y bendecida por los votos tras alcanzar la cumbre a costa de una abyecta compra de tránsfugas. No puedo hacer nada, sólo puedo molestar desde este blog y conformarme con ese recurso a la pataleta electrónica y eso haré: Delenda est Ana Botella. Quosque tandem Botella abutere patientia nostra. Vale, es un plagio de cicerón, pero...acostumbraros, que lo vais a leer mucho en este blog.
Ya sabemos de que se ríen las gaviotas de Madrid.
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