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domingo, 13 de enero de 2013

La perdida y necesaria precisión



Algo demasiado habitual, por desgracia

El lenguaje se deteriora y las nuevas generaciones van perdiendo términos y palabras con mucha mayor velocidad de lo que las generaciones precedentes hemos perdido. Es trágico y es mucho más grave si analizamos detenidamente lo que el lenguaje es según su naturaleza y su relación con el pensamiento humano.
La idea necesita una palabra, el concepto generado por el pensamiento precisa de una expresión que lo defina y concrete y sin esa palabra precisa, el pensamiento, todo el proceso mental, se deteriora y muere. Si no podemos expresarlo, el concepto se desvanece, se olvida y se pierde. Así de sencillo y esa es la esencia de la vitalidad de las lenguas: las lenguas que evolucionan y son capaces de poner nombre a la realidad y expresar nuevos conceptos, nuevas ideas, son lenguas que crecen, lenguas plásticas y modernas que son capaces de ganar el futuro.
Tenemos la suerte de que el español es una de ellas, una lengua tremendamente plástica, expresiva y con una estructura capaz de  ofrecer alternativas para la creación y para la expresión de las nuevas ideas que precisa un mundo cambiante. Tenemos el instrumento, pero carecemos del conocimiento y de las ganas de aprender a usarlo con precisión. 
Creo que es preciso que, entre todos, hagamos un esfuerzo por ser precisos en el uso del lenguaje, que nuestra comunicación vuelva a ser rica en lugar de empobrecerse año a año por falta de ganas de conocer nuestro inmenso patrimonio idiomático. El uso del español se acerca peligrosamente al nivel de mínimos existenciales; nos acercamos a la escueta lengua de las 1.500 palabras, situación en la que el idioma no puede defenderse ni dar lo mejor de sí mismo. Por favor, seamos estrictos y no demos nada por sobreentendido si no se ha explicado con claridad y recordemos que la claridad del mensaje es responsabilidad del emisor, nunca del receptor, de manera que estamos en el derecho, y en la obligación, de exigir claridad, precisión y riqueza en los mensajes que nos llegan.
Y ojo con una cuestión: nunca acepten la culpa por esa exigencia, que es lo que está pasando últimamente: entender lo que se ha dicho, en lugar de alguna otra idea que nada tiene que ver con lo que se nos ha dicho, parece una falta atribuible al que, correctamente, entiende , exclusivamente, lo que el mensaje emitido encierra.

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