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lunes, 7 de octubre de 2013

Examen y Licencia de mendigo


El estado, el  gobierno o “el poder” en genérico, es capaz de generar actuaciones inmorales vestidas con las mejores galas sin que su desvergonzada naturaleza sea devaluada ni un ápice.  Madrid, la ciudad de Madrid, ha sido escenario de muchas iniquidades privadas y otras muchas llevadas a cabo por los poderosos, pero lo que viene sucediendo en los últimos años es algo inaudito aún para aquellos acostumbrados a lo peor.
Cuando Madrid se convirtió en Corte, hubo un edicto que obligaba a los propietarios de mansiones y palacetes a albergar a los cortesanos, imposición que tuvo, como consecuencia inmediata, la inmediata transformación de las fachadas señoriales para no dar lugar  a la temida invasión de los parásitos cortesanos. Por supuesto, hemos tenido patios de Monipodio y guindillas entregados a las corruptelas más mezquinas, como en toda gran urbe, que la cosa es automática, pero jamás, como hoy, la alcaldía de la Villa y Corte había llegado tan bajo como ha legado en su última medida.
La cosa, si no trascendiera de su faceta más cómica y absurda, debería tomarse a chacota, pero lo que se ha hecho, como colofón a la destrucción absoluta de la cosa pública como patrimonio común de los ciudadanos, es de tal iniquidad que hay que comentarlo en sus justos e indignados términos: el Ayuntamiento de Madrid va a examinar  a los músicos callejeros que piden LIMOSNA en las calles y en el Metro para dar un carnet de calidad y que la ejecución no desmerezca las piezas. Hace falta ser mezquino, miserable, rastrero y canalla para atreverse a convocar exámenes para entrar en posesión de la ansiada “Licencia de Mendigo  Municipal” y quedarse más a gusto que un arbusto.
Hace años que Madrid se despeña por el barranco del sinsentido y la degeneración ideológica y moral, pero esto rebasa cualquier límite que se pueda imaginar o sospechar, aunque es verdad que la cosa podría mejorarse con un poco de dedicación y empeño.
Por ejemplo: podrían exigir un título del conservatorio a favor del examinando;  pedir un certificado de empadronamiento o de nacimiento que acredite la pertenencia al municipio para impedir que cualquier advenedizo africano con dos bongós – por cierto, prohibida la percusión, sólo cuerda y viento -se atreva a presentarse como experto en ritmos africanos o caribeños,  restringir el repertorio a las castizas zarzuelas y no a todas – nada de Maitetxu mía,  que suena a nacionalista radical – o limitar a cuatro los componentes que opten al apartado de música de cámara, ideal para estaciones de larga espera.
Mientras que la alcaldesa no pasa el más leve examen de sensatez, su aparato administrativo, tras laminar la enseñanza y la sanidad pública junto con toda clase de servicios sociales a prestar fuera de las proximidades de la sede la concejalía afectada en Ortega y Gasset, se atreve a examinar a los mendigos a ver si son capaces de tocar el violonchelo.
¡Vayan a cagar a la vía, pandilla de inmorales!



1 comentario:

  1. mi pregunta es: cuántos del ayuntamiento han pasado el test de imbecilidad ?
    No nos merecemos éstos políticos.

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