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jueves, 10 de octubre de 2013

Lo que toca



A medida que pasa el río bajo el puente y  los años acumulan  recuerdos en bajíos y meandros, la vida nos coloca frente a situaciones diversas, buenas, malas o indiferentes –a ella le dan igual todas, que no cataloga – con las que hay que bailar y a las que debemos dar respuesta con nuestro leal saber y entender según la fórmula antigua.
A uno, de natural mal conformar, este tipo de imposiciones le suelen llevar a maltraer desde su más tierna infancia, época en la que ya me costaba bastante dejarme llevar  por esa satisfactoria normalidad con la que tan bien convive el ser humano. Pasada, tras la infancia, la pubertad, juventud y parte de mi madurez, esa incomodidad con lo que está “mandado” se va acentuando en lugar de adormecerse y aquietarse como sería de esperar, de manera que mis días transcurren en un perpetuo e imposible partido  contra el mundo.
Como el sagaz lector habrá adivinado, cada día me acuesto con un marcador adverso de Mundo muchos, el que suscribe, algunos; situación que la noche no arregla y el nuevo día perpetúa “ad infinutum” o casi, que por fortuna cada uno de nosotros, en el código de barras, lleva impresa su fecha de caducidad y reciclaje de materiales, menos mal.
Así las cosas, me deslizo en una pendiente de esquizofrénica realidad: debería adaptarme y conformarme con lo que la vida me manda pero….la verdad es que no me sale de los cojones, de manera que acumulo frustración, rabia y fracaso a partes iguales mientras la vida pasa al lado y por encima como si la fiesta no fuera con ella, que no va. Esta constante pelea entre lo que es y lo que me gustaría que fuera me empieza a agotar y noto que cada vez me apetece menos comerme sin masticar lo que me tengo que comer y además, la realidad se va imponiendo en mi cabeza para hacerme ver que, por mucho que intente engañarme, el partido está vencido y sólo queda perder por poco.
Y el caso es que es verdad y lo sé, pero no me apetece nada vivir el final de un partido perdido en el que sigo participando por profesionalidad y porque hay ciertos compromisos que se deben cumplir, pero…..otra vez pero…no me da ninguna ilusión, la vedad. Mastico lo que la vida me manda masticar y como dicen los niños pequeños cuando no tragan “se me hace bola” y para acabarlo de arreglar, amarga.
Es lo que tiene ser un inadaptado, que te adaptas fatal....

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