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martes, 7 de junio de 2011

De Franco, franquistas y la añorada dictablanda (de los cojones)

Para no ser, como dicen algunos, un dictador de primera, el tal Paco disimulaba de miedo.
Las fotos se las traen, vamos.
Estos últimos tiempos viene colándose bajo la puerta un mensaje que, además de mentiroso, es una ofensa para la historia y para los que vivimos parte de una época que, ahora, quieren hacernos ver como un periodo de normalidad social. El franquismo supuso un periodo de oscuridad, muy mala leche y muy mala gestión.
Hace años estuve curioseando la realidad de los índices macroeconómicos del franquismo y eran como para nota: ni uno sólo de los indicadores de 1936 se superaban antes de 1965, una vez abandonada la famosa autarquía y consagrado y colocado el Opus Dei y sus tecnócratas bajo las cejas de Carrero Blanco. Franco, cuya concepción del estado era, más o menos, la misma que podría haber tenido un sargento chusquero a la hora de hacer la semana en un cuartel perdido, fue un personaje siniestro, interesado, calculador y ambicioso como pocos en la historia; además de un jugador de ventaja que esperó, desde su trono de Miss Canarias, la llegada del prometido ingreso en su cuenta antes de subirse al Dragón Rapide.
Afortunadamente, no viví en España entre el 39 y el 59, pero si he convivido con la consolidada estructura social de una España absurda y castrada que se consagraba a la familia, el municipio y el sindicato en las tediosas lecciones de Formación del Espíritu Nacional a la vez que nos hacía cantar aquella idiotez de “con flores a porfía” en el puñetero mes de mayo; mes dedicado a su virginal patrona que nos tocaba las narices de una manera excelsa y nos quitaba el recreo. Hablo, y no es poca ventaja, como alumno de un centro de educación pública, el Ramiro de Maeztu, que mis amigos y amigas de colegios de curas pueden contar sin parar, pero como no lo viví, no lo traslado.
El franquismo fue, como dice el maestro Forges, una solemne, enorme y larga estupidez (y creo reproducir exactamente. Si no es así, que el maestro me perdone). Una estupidez que se creyó a si misma con sus censores salidos y libidinosos, sus prebostes corruptos, su estraperlo, su frío y una inmensa miseria de blanco y negro que devoraba espíritus, libertades y alegría.
Hoy en día salen a la luz aquellos que sueñan, otra vez, con la OJE y los destinos patrios; con el montañas nevadas y los ejercicios espirituales. Pues bien: vayan Vds. a escardar cebollinos. Que algunos vivieran fenomenal y que piensen que este sistema es una castaña, no valida o implica que el franquismo no fuera lo que cualquier persona normal, con poco más de dos de frente, sabe que fue: una dictadura larga y siniestra ejercida sobre un país agotado sin fuerza para oponerse a nada.
Los últimos años del franquismo y su relativa tranquilidad se consiguieron sobre dos décadas de hierro, maquis, presos políticos, represiones políticas, laborales e intelectuales y  un entreguismo, sin medida ni dignidad, a los restos que dejaban caer nuestros amigos americanos desde las bases militares. Ni más, ni menos.
Y ahora, el que quiera decir que es fascista y que quiere que vuelva la dictadura franquista, que lo diga con dos narices, pero que no falsee la historia para engañar a los que no vivieron ese absurdo.

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