Imprescindible el video para tumbarse a ver estrellas y olvidarse un poco de la política y su caspa.
El final de la primavera me sugiere hablar del tiempo y el nacimiento del tiempo –la convención científica aceptada hasta ahora – en el Big Bang como hito superado, de nuevo, por otra teoría que nos retrotrae más allá de ese momento. El cerebro del hombre es una máquina capaz de generar escenarios y simulaciones que la realidad no nos permite reproducir, de manera que son las palabras –esos ladrillos fabricados por el cerebro para dar forma a sus edificios – las que tratan de realizar los espacios en los que se albergan las mejores teorías y avances de la ciencia.
Hoy ha tomado el relevo del escandaloso Big Bang la “Teoría de las Branas”, universos tridimensionales de existencia perpetua originarios del fenómeno expansivo que tanta inseguridad nos crea. La teoría no explica demasiado, sólo la presencia de una extraordinaria cantidad de energía suficente para poner en marcha la creación de la materia a partir de la nada y su consiguiente expansión, pero es muy satisfactoria para nuestra percepción del tiempo como dimensión estable, no creada y perpetua.
La teoría, elegante y simplista en su presentación, vuelve a colocar en el disparadero un imposible, un sueño vano para los unos y para los otros: ni a los unos les lleva de forma directa a la demostración de la existencia de Dios, ni a los otros les evita tener que seguir buscando el conocimiento completo de la realidad física; esa sencilla y material presencia causa de las más elevadas teorías y los mas asombrosos avances de la ciencia.
¿Qué es el mundo que vemos y habitamos? ¿Como se generó y como se acabará? ¿De que está hecha la realidad, si es que tal concepto existe? Demos la bienvenida al verano y a la contemplación serena de esas estrellas que tantas preguntas generan. A pensar, que va siendo hora.
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