Estupidez

Hace falta ser imbécil

Dice el diccionario que un estúpido es alguien necio, falto de inteligencia y eso, precisamente, es lo que mejor define las acciones que tengo la intención de comentar. Parece ser que la penúltima moda entre los jóvenes que quieren emborracharse como piojos de forma rápida, violenta y, por lo que se ve en video, bastante dolorosa, es poner en contacto las superficies mucosas del cuerpo –muy irrigadas y con abundante flujo sanguíneo – con las bebidas alcohólicas de alta graduación, de manera que el cebollón es inmediato. ¿Y dónde se encuentran esas mucosas altamente irrigadas? Aunque parezca mentira –que lo parece – en el interior de los párpados, en el recto y en la vagina.

Para los ojos, se busca la aplicación directa –ver el video – y para vagina y el recto se usan tampones empapados que se introducen en esas cavidades para las que la naturaleza asignó usos completamente distintos.

Se pueden hacer muchísimos comentarios al respecto, pero me quedo con uno plenamente descriptivo: ¡Hace falta ser gilipollas! Esto da la razón a mi amigo Kike, partidario de una catarsis cósmica que libere a la tierra de una especie tan absurda como la nuestra. Que las sociedades degeneren no es algo que sea nuevo, es antiguo y poco original, pero que degenere a base de hacerse migas a cambio de nada, eso si es algo nuevo.

Augusto, según lo que recuerdo, fue el primero en legislar en defensa del “mos maiorum” o ancestrales costumbres de Roma sobre las que se construyó el imperio: se ve que se tomó su tiempo, de manera que no diré nada sobre posibles plazos para el colapso, pero si sobre la necesidad de que la naturaleza se proteja de nosotros.

Hace años que el alcohol se ha convertido en una lacra de la que no somos conscientes; hace años que se sabe que los que ahora tienen 20, serán, en otros 10 o 15, carne de cirrosis; convivimos con la coca como si no fuéramos conscientes de que es una asesina silenciosa que destruye todo lo que toca, pero estos usos y costumbres desvelan una tendencia especialmente destructiva.

De verdad desconozco si lo que vemos es una larga secuencia de señales o advertencias, peor que Occidente está de la olla, es algo de lo que ya no dudo. Sin lucha, sin revolución, no tenemos esperanza: necesitamos una catarsis completa; proceso que, normalmente, nunca se ha producido sin sangre, sin lucha y sin un considerable número de bajas: esperemos que la mayoría de las bajas se produzcan entre estos descerebrados asiduos a meterse los cebollones por salvas sean las partes.