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viernes, 20 de septiembre de 2013

Francisco: Sorpresa y Rencor




Son detalles que van configurando un paisaje distinto sobre el mismo fondo.
Es lo mismo, pero no es igual.

Leo las últimas noticias que aparecen en la prensa sobre un largo diálogo con el papa que se publica en una revista jesuítica. Lo que puedo leer me satisface y me hace pensar en la pérdida de influencia de un enorme sector de la Iglesia que, poco más o menos, parece haberse quedado colgado de la brocha al desaparecerles la escalera. Y pienso, también, que aumenta la certeza sobre el trágico final de este Francisco que tanta simpatía está recogiendo entre los ajenos y que tanta desconfianza está generando entre algunos propios.
Me imagino que serán muchos los que enarbolen la simpatía externa como prueba del error, algo habitual, pero me parece que a él le da igual. Parece alguien tocado por la tranquilidad de la coherencia interior. Digo lo que pienso y hago lo que creo de la mejor manera posible y si me equivoco, mala suerte.  Este Papa está diciendo y haciendo cosas con las que es muy complicado no estar de acuerdo. Me explico, que suena muy rotundo.
Nos separa una barrera complicada, pues yo soy ateo y el cree en algo que yo no puedo creer y que, es más, rechazo de plano y combato cuando esa creencia interfiere en el ordenamiento social pero dicho esto, me agrada la suavidad con la que se acerca a la realidad del día a día. No quiere ruido ni bronca con los ajenos, lo que ellos hagan debe ser tratado de otra forma y nunca como colectivo, siempre atentos a la persona. No quiere hablar de “los homosexuales”, pero le preocupa la vivencia y la realidad “del homosexual” que se le acerca y no parece empeñado en juzgarlo sino en ayudar si es que hace falta ayuda.
Me cae bien este hombre y me parece que había llegado el momento de que pasara algo así en una Iglesia entregada al aparato, a la “nomenclatura”. Dicho esto,  me parece que el acúmulo de rencor por parte de los que han dedicado su vida a tratar de imponer sus criterios acerca de todas las cosas de las que Francisco ha dicho que hay que hablar menos,  crece de manera exponencial. Mucho hay en juego, de manera que nada nos debe extrañar de lo que el futuro nos depare, lamentablemente.

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