Contra la dinámica de los tiempos, contra todos los sueños de la fraternidad universal, contra la Europa de los pueblos, contra las enseñanzas de la historia, algunos políticos de Cataluña quieren crear fronteras inexistentes desde hace siglos; algunos que mandan en Cataluña desean revivir ese exilio interior, ese castigo de verse aislados tras apoyar la opción equivocada.
Sabemos lo que las fronteras significan, sabemos de sus amargos frutos, conocemos la realidad de crear muchos otros, muchos ajenos y los muertos que se alinean en todas todas las fronteras creando otras fronteras consagradas a la separación, a la diferenciación, esas fronteras en las que crecen el odio y las oscuras zarzas de la guerra.
Alguno en Cataluña niegan la historia para abrazar una historia nueva que se edifica sobre la creación de nuevos otros y me da pena, me da una enorme pena pensar que parte de mi historia personal y familiar se desvanece tras una frontera que nunca he sentido y que me da una alergia profunda.
No me permito juzgar el cambio de los sentimientos, simplemente me da una enorme pena comprobar que se sigue prefiriendo el localismo al humanismo global y ver que mucha parte de ese retorno oscuro y tribal se basa en una historia muchas veces discutible y otras muchas, inventada.
Nunca la historia debe determinar ni nuestros actos ni nuestro futuro; la historia nos ayuda a evitar caer en los mismos errores que cometieron los abuelos, los mismos que se inventaron las fronteras y que vivieron las desgracias que ellas generan.
¿Repetiremos sus errores levantando más fronteras?
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