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lunes, 9 de septiembre de 2013

Sin perdón y sin piedad


Caña al mono hasta que hable inglés
 (y nunca mejor empleada la expresión)

Hay ocasiones en el que el escarnio se presenta, por evidente y por obvio, demasiado fácil y el protagonista del ridículo se nos ofrece, incluso, como merecedor de cierta piadosa clemencia. Bastante tiene encima como para darle más y ensañarse con su desgracia. Justo hasta que esa actitud se ve enfrentada con la realidad y esa realidad nos demuestra que el objeto de las burlas es, además, merecedor de la reprobación más universal no ya por su ridículo, enorme, sino por su catadura moral.Juro que a lo largo el día he vivido ese estado de ánimo. No te ciegues, que bastante tiene con lo que le espera, pero...la cosa se deshizo. Veamos.
El espantoso ridículo de Ana Botella - ridículo propio, vergüenza colectiva y afrenta nacional - constituye un ejemplo paradigmático de lo anteriormente expuesto. Escarnecida , ridiculizada y abochornada de forma unánime por todos, sean del partido y del signo que sean, Ana Botella ha vuelto a demostrar su deleznable catadura moral. Ya tuvo la gentileza de mostrar su ejemplar solidaridad con las víctimas del concierto del Madrid Arena al volverse, tranquila y relajada ella, al balneario portugués para llorar en la intimidad por las víctimas, que es todo un logro. Esa, fue la primera y muy gorda.
Hoy ha protagonizado la penúltima -el personaje se merece todo el crédito para ofrecernos nuevas y gloriosas hazañas - de sus afrentas: tras ayudar de manera decisiva al hundimiento de la presentación ante el COI, esta deleznable política ha preferido, solidaria y deportiva ella, volverse a Madrid en el vuelo del Presidente del Gobierno y dejar a la chusma en el vuelo de la organización, que ella se merece lo mejor.
Tal demostración de lo que ella entiende por compromiso colectivo, espíritu de equipo y liderazgo bastan para comprobar lo que esta persona entiende y sabe  del deporte y del respeto por los compañeros, solidaridad frente a la derrota y vergüenza torera.
Los que ayudaron, animaron, se mojaron, comprometieron y lloraron la derrota como propia, han sido dejados y vejados por el desprecio de un alcaldesa cuyo compromiso con su equipo y con el proyecto llegó hasta allí donde se culminó la derrota. Ni un segundo ni metro más.
Hay que darle sin piedad y sin perdón; hay que movilizar las masas y abochornarla allí donde vaya; no debe haber paz para alguien que ha demostrado, de forma tan clara, que no es merecedora de la más mínima compasión: es mala, su actuación es vergonzosa y debe saberlo. 
Delenda est Botella

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