Como los miembros del gobierno, vamos...
Ésto oyó un valentón y dijo: "Es cierto
cuanto dice voacé, señor soldado,
Y el que dijere lo contrario, miente."
Y luego, incontinente,
caló el chapeo, requirió la espada
miró al soslayo, fuese y no hubo nada.
Aunque uno no es del PP y le queda mucho para acercarse siquiera, el trabajo de los chicos del gobierno y sus parcos resultados, empieza generar algo parecido a la piedad o a la misericordia. Si no fuera porque jugamos el mismo partido que ellos y sus pifias y desastres a todos afectan, la cosa sería como para echarles una manita al hombro e irse con ellos a tomar las dulces copas del olvido.
Llevamos meses en los que la realidad se empeña en romperles la cara y ellos, como si nada, impertérritos, negando la realidad con el mismo empeño que los creacionistas hacen museos en ls que los niños juegan con cachorros de dinosaurios tirándoles palitos.
No se enteran de nada, pero el que se lleva los laureles de las más negra incompetencia es el ministro de asuntos exteriores, bravucón tabernario y matón amilanado que se guarece tembloroso después de haber echado el cuarto a espadas.
Sin saber, sin medir y sin pesar, se lanzan a proclamar indelebles máximas que recuerdan, más a que a las tranquilas reflexiones de los que deben mandar, a los antiguos gritos de ritual y a proclamación de lealtades inquebrantables.
Rajoy no lo sabe y sin embargo, ya está muerto. No hay tiempo que le salve de ese estado; no hay ayuda posible más allá de la muerte que le ha llegado en forma de asiento contable en los libros de unas cuentas que no cuadran.
Empeñados en gritar y amenazar, el Gobierno del PP ha entrado en los libros de la historia por el capítulo de la corrupción, al mentira y la bravata. Veremos cuanto dura el velatorio, que me temo lo peor.
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