Barcelona se ahoga en un bochorno de esponja termal, húmeda y caliente bajo el chubasco; Barcelona se hunde en su propia esencia de ciudad acuática y playera para presionar al visitante y dejarlo sudado, estragado y consciente de que cualquier movimiento le acerca a su origen de agua. Estos días en Barcelona nuestro cuerpo se acuerda de cuando vivía en el medio marino; de su raíz de pez, de anfibio cenagoso y rastrero. Adoro esta ciudad, pero en días como estos me recuerda la realización del sueño de Macondo, la plena llegada de la tiranía del agua.
Paso la noche refugiado en el cuelgue del hotel y pegado al aire acondicionado de media estrella mientras recuerdo lo que era un cuelgue de hotel de hace unos años y lo que es hoy. La diferencia es enorme y radica, para mí, en la disponibilidad de comunicación y de actuación en internet. Las redes wi-fi llenan el aire de conexiones, de mails, de correos personales que recuerdan amores y cariños anticipados; de blogs que se llenan de pensamientos y vivencias: internet llena el tiempo de actuación y de posición; de opinión, de ocio y de trabajo que ayuda a pasar el tiempo solitario de cualquier hotel, siempre igual y siempre distinto.
Paso la tarde esperando la última reunión sin poder ver a una amiga trasladada a la zona a la que me hubiera gustado dar un abrazo y conocer su experiencia, pero otro día será, que hoy la cosa pinta mal y no creo que la última reunión permita el encuentro.
Los años han pasado y es otro el que ahora mira la ciudad, igual y distinto de aquel otro que vino hace diez y siete años a disfrutar de lo distinto mientras se entregaba a otras ilusiones. Afortunadamente se mantiene la ilusión; enfocada, si, hacia otros objetivos, pero ilusión que se mantiene nueva y en forma. No está mal para un eterno iniciador que todavía no se ha cansado. Cabreado, siempre, pero peleando.
La verdad es que es poco tema para una entrada, pero el pasado galopa cerca de la espalda y había que hacerle caso. No mucho, que luego se viene arriba y la liamos. Bona nit.
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