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miércoles, 1 de septiembre de 2010

La tormenta

Exacto: ¡La que se nos viene encima!

El día ha amanecido con ganas de dar que hablar y aunque la mañana ha sido propicia para disfrutar del fresco en la cara, las nubes del horizonte avisaban la juerga de la tarde: una tormenta de las de ver; de las que dejan rastros de ozono, agua corriendo las cuestas abajo y el aire limpio de polvo. Entiendo el miedo ancestral al rayo, pero he tenido la suerte de que las tormentas me hayan proporcionado, para envidia de los temerosos, momentos de esos que me acompañarán siempre. Las he podido ven en ciudad, campo, mar y montaña, así que, para no ser demasiado pesado, voy a recordar dos muy distintas y ambas dignas de figurar en los anales: En el Refugio de Amitges, de San Mauricio y en la costa de Cabrils.
La primera la viví en el Pirineo de Lérida, en lo alto del parque nacional de San Maurici, casa de piedra situada a la exacta altura de 2380 metros (gracias internet) desde la que dominaba una enorme extensión de picos y valles como puede apreciarse en la foto:


A mediados de Julio, todavía con nieve en los riscos y ventisqueros en los que ramasear con los piolets, se empezó a formar una tormenta dividida que se pudo poner de acuerdo para converger en la misma cima del refugio. La sensación de ver llegar tres tormentas haciendo gala de todo su aparato para hacerse una justo en tu estómago es espectacular: no oyes el trueno, pues eres el trueno. Los relámpagos generan tal cantidad de electricidad estática que el pelo de todos se dispara en todas direcciones mientras las puntas metálicas de piolets, crampones y otras cosas de hierro que, obviamente, has depositado lejos, general unas lenguas de fuego de San Telmo que impresionaban. Fueron unos minutos de esos mágicos en los que nadie hablaba, pues todos nos dedicamos a registrar cada explosión y cada vibración en la memoria.
La segunda, ya más mayor, tuve la suerte de vivirla desde el balcón de la casa de Cabrils, dominando una gran extensión de mar desde la distancia. Era Junio cuando todos los rayos del mundo se pusieron de acuerdo para organizar un espectáculo imposible. Durante mas de una hora estuvieron iluminando el horizonte de forma que la muerte de un coincidía con la caída de otro, como si estuviéramos viendo un enorme escenario oscuro en el que se producían efectos especiales. Al día siguiente, todo el mundo hablaba de eso como lo más bonito que se había visto en la zona.

¿Conclusión? La verdad es que poca cosa: disfrutar mucho del fresco, de la sensación de aire nuevo y pensar en los primeros pobladores que tuvieron que inventarse la filosofía y la física para encontrar la explicación de tanto fenómeno natural. Es comprensible que, ante la explosión de energía de una tormenta, generaran la idea de un dios colérico que todo lo arrasa sin mirar nada, pero es que el hombre siempre ha necesitado comprender su mundo, adelantarse y predecir los sucesos, así hacer todo eso sin recurrir a una idea que todo lo explique, es una enormidad de trabajo mental y no hay mas remedio que disculparlos, aunque la liaron parda con ideita.

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