La poesía era un arma cargada de futuro hasta que el futuro llegó para asentar el silencio. Necesitamos, otra vez, la fuerza de las palabras, la pasión de los cantores apegados a la tierra y a la virilidad telúrica de unos campos que han visto morir los sueños en sus surcos; en sus desgarradas despedidas hacia ciudades hostiles.
Mueren los hombres que hicieron armas con esas palabras que otros despreciaron; hombres que no engañaron ni se engañaron ante el significado de los términos: hombres que sabían lo que significa la palabra libertad, lucha, derecho, lengua. ¿Dónde queda su ejemplo? ¿Que somos nosotros, herederos de sueños que no merecemos, ante la grandeza heroica de esos corazones generosos?
Vivo un momento en el que me atrae más el vértigo de la pelea que la comodidad del conformismo; vivo un momento que necesita sentir la verdad de la lucha ante la iniquidad de lo real. Necesito empaparme de la fuerza delas palabras y volver a creer en ellas y en la energía que emiten; energía capaz de cambiar la realidad y hacerla mejor.
Envidio la fuerza de aquellos que entendieron que las palabras son raíces que toman su fuerza de la fuerza de la tierra y llenan el corazón de los que las pronuncian con valentía, sabedores de que su poder es inmenso. No creo en casi nada, pero me gustaría creer otra vez en las palabras y en su fuerza para hacerme fuerte con ellas; generoso con ellas; valiente con ellas y con esa valentía, ayudar a cambiar aquello que debe ser cambiado para que el hombre encuentre su verdadero destino.
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