La solemne fiesta del perdón convierte este día en una catarsis coletiva para el pueblo judío.
Leo en los titulares que mañana se celebra el Yom Kippur, una de esas festividades con las que las religiones del libro nos impulsan a intentar ser mejores y a no dejar rastros de odio o de injusticias. Las tres religiones coinciden, con matices, en el mandato de ser buena gente, pero no es ese el camino que hoy me gustaría caminar, sino el del absurdo desconocimiento que tenemos los cristianos de la religión judía.
Hemos convivido durante siglos puerta con puerta, pupitre con pupitre, trabajo con trabajo con ella y no tenemos ni la más remota idea de lo que es, significa, aporta o separa. Simplemente, empaquetamos todo bajo el nombre y bajo ese nombre desaparece todo para ocultarse en lo desconocido. Como no es esta la primera vez que lo pienso y que noto esa falta de conocimiento como un déficit, me extraña que el sentimiento no sea mas amplio pero cuando lo he comentado con amigos o conocidos, no han mostrado ni el más mínimo interés por saber más; les ha bastado el estereotipo de “no se mezclan”, ”son así” y titulares parecidos.
España tiene un bagaje histórico de lucha, enfrentamiento, incomprensión y silencio con la cultura judía que debería aportarnos más conocimiento, pero no es así. Franco hablaba de la conjura judeo – masónica en una expresión que casi nadie sabía muy bien lo que quería decir, salvo que por allí andaban los judíos, lo cual venía muy bien a la parte religiosa que, de pequeños, nos bombardeaba el coco con aquello de que “los judíos mataron a dios”. Como acusación, la verdad es que es la leche, por mucho que no tenga nada de cierto; pero bueno, quedaba redondo.
Hoy, muchos años después, la confusión sigue y el estado judío, Israel, no es especialmente popular en estas tierras, algo que contribuye a mantener ese desconocimiento y aumentar la lejanía. Una lástima, pero real.
La conclusión personal es que, como casi siempre, las religiones del libro se sienten cómodas en la exclusión y el enfrentamiento, de manera que colaboran encantadas a mantener las distancias. La idea de dios sigue separando a los hombres que no son capaces de unirse en la búsqueda del conocimiento y que siguen refugiados en el mito que explica lo que su pereza intelectual no quiere abordar.
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