Como los gladiadores en la arena del circo, estamos condenados a luchar sin claudicar.
Perdemos las batallas cada día, pero cada día hay que levantarse y odiar al enemigo más que antes: que no ganen sin esfuerzo.
Entregado al tipismo de los días y a la inevitable corriente que nos lleva a hacer balance como corresponde al día, humillo y escribo algunas notas sueltas que no he pensado mucho, pero que si pueden dar qué pensar.
Lo primero que cabe destacar del año es que se ha comprobado que el avance lineal de la historia era un mito; una ensoñación de nuestros padres y abuelos que lucharon e imaginaron mundos mejores para sus hijos creyendo que la historia nunca retrocedería. Falso: nuestra cobardía, nuestra acomodación y un sistema crecido y sin enemigo, nos ha demostrado que es casi seguro que nuestros hijos vivan peor que sus padres. En nuestras conciencias se cargará la culpa.
¿Descubriremos, por fin, lo que de verdad es importante y lo que, de verdad, es superfluo en nuestras vidas? Me parece que, aunque muchos intentarán resistirse, nuestra generación se enfrentará a la esencia de lo importante, lo abrazará y deberá hacer bueno el principio budista de que la felicidad radica en la falta de deseo. No lo podremos tener, así que si conseguimos no desearlo, habremos dado un paso de gigante para no llorar por lo perdido.
¿Llegaremos a ver la consagración de los nuevos amos? Es posible que durante unos años los dueños del cotarro sigan escondidos y sin dar la cara, pero nuestros hijos verán alzarse al dragón con todo su poder. Napoleón ya nos advirtió y no le hicimos caso: “Dejad dormir al dragón”. Olvidamos su consejo y China ha despertado con hambre atrasada. Que no nos pase nada.
Homo homini lupo. La corriente imperante quiere liberar la ambición del hombre asegurando que esa liberalidad es positiva; que crea riqueza, que la sociedad avanza. Ya hemos bajado algunos escalones. Cuando veamos al hombre alimentarse del hombre, comprobaremos que la sentencia es equivocada: nunca el lobo ha comido lobo, pero el hombre si quiere comer hombre. Al tiempo, que muchos están deseando ver cuantos escalones quedan por descender.
¿Donde se encuentra el final de la pendiente para nuestros políticos? Decía Einstein que sólo estaba seguro de que dos cosas fueran infinitas: el universo y la estupidez del ser humano, pero que de la primera aún tenía alguna duda. Los españoles comprobamos, día a día, que nuestra clase política se ha instalado en un deslizamiento uniformemente acelerado hacia la incompetencia. Habrá elecciones y seguirá ganado el menos malo. Lamentablemente, queda mucho para que vuelvan a ganar los buenos.
¿Hasta cuando fuera de nuestra esencia? Lo peor de la entrada de hoy: los caídos en la crisis; los que no entienden, los que se preguntan sobre su vida y la razón de sus trabajos; las eternas preguntas que hacen sufrir al ser humano y que, en estos días, han acabado por demoler las defensas de muchos y muy buenos. La depresión, la ansiedad y la impotencia ante el absurdo señorean nuestros días y en esa batalla muchos de mis amigos ven pasar sus días como hitos entre una y otra medicación. Para ellos mis mejores deseos; para ellos mis mejores abrazos y todo el apoyo que pueda brindarles.
Un año más, se permanece en la arena con la espada en la mano. Todavía los hados no requieren de mi compañía y la moneda que sujetarán mis dientes no ha sido acuñada. Suerte a todos y que no nos pase nada.