"Los judíos deben ser conscientes de que no hay futuro en los Países Bajos", dijo el ex comisario europeo Frits Bolkestein. Este es un titular que, en contra de lo que sería lógico y coherente, se encuentra hoy mismo en un medio de internet. Una noticia de hoy que no retrotrae a épocas remotas; una noticia con sabor a “progrom” a expulsiones medievales, a miedo, a extraño, a distinto: a enemigo, en definitiva.
El discurso, en contra de lo que podría parecer, esconde un racismo absoluto, en este caso dirigido contra los inmigrantes magrebíes residentes en Holanda. Como ellos son muchos y crecen más de lo conveniente, no os podremos proteger, manifestación que pretende movilizar a la influyente comunidad judía en contra de los que, según ellos piensan, deben ser sus enemigos naturales.
La inmigración islámica es una riada que aporta luces y sombras; una aportación de la que nos apetece aprovechar su humildad y predisposición a aceptar trabajos humildes y mal pagados, pero que también impulsa una religión feroz que, manejada como elemento cohesionante contra esa misma situación, llega a ser explosiva y demoledora.
Si algo ha demostrado su capacidad de destrucción a lo largo de la historia es la religión, pero lo que está naciendo en Europa nos puede llevar a unos niveles de odio, violencia y desgarro desconocidos hasta ahora. Lo que se está gestando es un todos contra todos que llenará calles y plazas de sangre y fuego, que nadie lo dude.
Hace unos días comentaba que la interculturalidad no se había iniciado, de la misma manera que no se ha iniciado una verdadera integración, ni desde aquella orilla ni desde esta, pero es que, por si algo faltaba, unos inconscientes invitan a bailar al tercero, a la que faltaba, a la primera religión del libro, a la más experta y documentada en cuestiones de odio, racismo, persecución y sangre: es para salir corriendo.
Europa ha necesitado cuasi esclavos y los ha tenido. El problema es que esos cuasi esclavos no se han convertido, no antes ni ahora, en europeos, ni por religión ni por mentalidad y eso se ha producido por comodidad, miedo y dejadez, que no por solidaridad o respeto a sus particularidades culturales.
Suenan los clarines del miedo y de la guerra y a esa llamada acudirán muchos, los más temerosos, los más inseguros, los que en el otro sólo ven a su enemigo sin darse cuenta de que el verdadero enemigo es que genera los discursos del odio; el enemigo de siempre no ha cambiado y sabe donde encontrar las huestes sedientas de sangre. Malos tiempos para la humanidad cuando la monotonía del odio vuelve a los titulares de prensa.
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