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domingo, 19 de diciembre de 2010

Caminos de hielo

El hielo muerde las hojas y las convierte en lamparillas a la búsqueda del sol.

Hoy hacía fresco en los caminos del monte: niebla y viento se aliaban para que el esfuerzo de la subida prácticamente no se notara, aunque los perros, empapados, resbalaran por el reluciente granito de las peñas. Estos paseos se empiezan a consolidar como una auténtica terapia de separación, de limpieza interna y charla limpia que trata los temas con suavidad, reflexión y sensatez.


Temas para hablar hay muchos, pero la verdad: hoy no me apetece ni un cuerno. Hoy he caminado por un bosque de altura que se eleva por laderas antiguas, árboles enraizados en peñas graníticas llenas de musgos, con troncos torturados por vientos fuertes cargados de calor, humedad, nieve, ventisca o, como hoy, niebla helada que se queda prendida en las hojas convertida en luz; convertida en un hielo luminoso que nos deja ver la planta sumida en el letargo del invierno.


La tarde de esos domingos es distinta, menos melancólica, más tranquila y llevadera, con la sensación de haber hecho algo bueno. El cuerpo se ha cansado, la cabeza se ha despejado y en los pulmones ha entrado niebla, humedad y olor de resina mientras los ojos se recreaban en el verde y en el feliz y entregado juego de los perros resbalando en el hielo de las peñas.
Son poco dos o tres horas cada quince días; cada semana a lo sumo, pero empiezan a crear una sensación de dependencia realmente maravillosa; una dependencia física y emocional que me permite mirar los titulares con más distancia, aunque sean tan absurdos como el de la denuncia a un profesor por hablar del jamón delante de un hijo de Alá o tan trágicos como los que nos recuerdan el constante absurdo de las agresiones y asesinatos de mujeres a manos de sus torturadores.
Doy gracias por esos paseos, por ese rato que me hace levantar los domingos de campo con una actitud distinta y alegre; doy gracias por notar que mis piernas cada vez suben mejor y más contentas, como si se hubieran dado cuenta de que son ellas las que tienen que llevar el espíritu a un sitio mejor, más limpio, más querido y más verde. Puede que el remedio sea muy tonto, pero hay que joderse que bien funciona.

1 comentario:

  1. Hoy no era día de parlamentos, el frío hería el cuerpo y la mirada siempre fija en el siguiente paso. Lo mejor como siempre es la sensación de poder desplazarte incluso en condiciones poco amigables. Recuperar, como decías, la memoria de lo ya sabido para rescatar el manual de la prudencia en situaciones donde la serenidad y la tranquilidad son los mejores aliados para llegar sin percances. El disfrute se hace mayor cuando las condiciones son menos favorables.

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