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lunes, 13 de diciembre de 2010

Armas



En vista de que corren tiempos en los que es preciso manifestarse previamente a cualquier declaración para evitar equívocos, lo diré: soy absolutamente contrario a la libre posesión de armas de fuego. Tampoco soy homófobo, ni machista, ni maltratador, ni explotador, ni - lo siento enormemente - homosexual, ¡qué le voy a hacer!. Dicho esto, y ahorrándonos otras muchas declaraciones programáticas de semejante índole y dejando claro que, si bien soy rojo, tampoco comparto los desvaríos de Zapatero, podemos entrar en harina.
Leo en El Mundo que “Ocho armerías de Texas son las mayores proveedoras de los narcos en México”. Imagino que el FBI no se habrá gastado todo el presupuesto en esto, de la misma forma que tampoco habrá tenido que emplear mucha neurona para imaginarlo, pero a mi se me gustaría, por una vez, contar una anécdota personal que ilustra la noticia.
La cosa transcurre en una apacible comida de Puerto Vallarta durante un congreso de la Asociación de Editores Mexicanos, acto al que acudían los dueños de los diarios mexicanos atentos a la necesidad de coordinarse para seguir haciendo, más o menso, lo que les diera la gana con el estado, que para es ellos eran los ricos y los que, de verdad, mandan en el cotarro.
Era la época –no recuerdo exactamente la fecha – en la que un franco tirador de los EEUU había sido detenido tras haber matado a varios paisanos disparando desde una furgoneta. La conversación me dejó perplejo: de los 8 que estábamos en la mesa, 7 se pusieron a comentar calibres, municiones, velocidades, capacidad de penetración de blindajes, marcas y modelos de rifles y armas cortas para acabar por preguntarme, asombrados: ¿Y tú, no comentas nada? Cuando les dije que era un tema del que lo desconocía todo, los asombrados fueron ellos, pues no podían imaginarse una actividad normal sin armas: ellos, sus guardaespaldas y otros cuerpos de seguridad que controlaban sus redacciones y negocios, conviven con las armas de la forma más natural del mundo. Tan natural que luego me enteré, estupefacto, de que uno de los cordiales comensales, le había descerrajado dos tiros a un cristiano en una discusión de tráfico. Dos añitos en la nevera de paseo por Arizona, su caso al juez adecuadamente domesticado y a la familia del finado que le den dos duros, que aquí no ha pasado nada.
Estados Unidos es, en este y otros muchos casos, un ejemplo claro de cinismo: vende armas a los narcos y los equipa de arriba abajo para dotarles de un armamento ultra moderno y mucho mejor que el que la policía mexicana puede comprar, pero le pide a su vecino que acabe con los narcotraficantes. Estupendo.
La Asociación del Rifle manda y a la enmienda no se cuantas no le mete mano nadie, de forma que han conseguido que las armerías de Estados Unidos den verdadero miedo. Si alguien se ha hecho la falsa idea de que no me gustan las armas, se equivoca: me encantan. Aprendí a tirar de pequeñito y tanto mi padre como, curioso, mi madre eran aficionados a hacer puntería, así que aprecio la belleza de los trabajos de artesanía en ellas; pero ese disfrute, que es posible en las armerías europeas, desaparece en los USA: Allí no se trata de hacer puntería ni de mariconadas semejantes, no; allí se trata de matar gente y eso, no mola nada. Y si alguien lo duda, que mire la foto y compare esa imagen con lo que tiene cerca para comparar. ¿A que no se parece en nada? Pues eso, que se dejen de hipocresías y que sean conscientes de que está claramente demostrado que, cuando hay armas a disposición de la gente, los asesinatos suben como la espuma, que la cosa es sencilla: si todos piensan que el de delante está armado, las pistolas y los tiros salen fácil. Si todos tienen un arma, la frustración se convierte en tiroteo ala mínima provocación. Si nadie puede tirar de gatillo, la cosa se complica. Sencillo, ¿no? Eso, si: el negocio se va al carajo, pero como a mi eso no me importa, que les vayan dando.

1 comentario:

  1. Viviendo en Buenos Aires, en una casa con jarín bastante grande la policía que viglaba aquella zona me dió el consejo más asombroso que haya podido oír.
    "Si entran a robar a su casa, Vd. dispare y procure que el ladrón caiga dentro de su jardín- Así no tendrá ningún problema. Fácil ¿ no ?.
    a.m.

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