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sábado, 25 de diciembre de 2010

Conversaciones en la Cena de Navidad


Dado que uno es de natural reacio a estas fechas y que en ellas no suelo encontrar demasiado deleite o ese placer místico que tanto ilumina el alma y el ánimo de otros prójimos más proclives a dejarse llevar por el espíritu de la época, si me gustaría comentar algunos comentarios y charlas de sobremesa que, sin ánimo de hacer ley universal, si pueden dar una idea aproximada sobre el estado de ánimo del personal pensante.
Del discurso del Rey, mitad y mitad: una primera parte demasiado dirigida a lo políticamente correcto de refuerzo del mensaje que toca, es decir, del gobierno y una segunda parte, mas personal me parece, orientada a ponerse las pilas, dejarse de lloros y a currar, que podemos hacerlo. Mucho más creíble esta segunda que la primera. También un toque de atención a navegantes, especialmente a esos que, desde la caverna, se empeñan en lanzar, día tras día, ataques a su persona y a la institución que representa.
Acabado el discurso y tras la cena, dos cuestiones a as que hago caso: el Rey trabaja para que Rajoy y Zapatero se pongan de acuerdo y que ellos, encerraditos en sus miedos, no hacen los deberes. Segundo comentario: el Príncipe de Asturias es mucho más de lo que deja ver: preparado, meticuloso, trabajador y disciplinado , valores que, si bien no discuto, me hacen ver, con más claridad todavía, la necesidad de una campaña de imagen que empiece a posicionarlo en mejor lugar, que es cosa necesaria y bastante urgente si atendemos al aspecto de Juan Carlos. Insisto en que España no es monárquica, que somos muchos los que sólo cambiamos nuestras convicciones por la utilidad que ha demostrado la monarquía en una época y situación concreta, pero que es una institución que tiene que demostrar mucho en el futuro y que no veo yo que a Felipe nos lo estén vendiendo demasiado bien, sino todo lo contrario. Si, como me dicen, es buen candidato para el puesto, que empiecen a empaquetarlo mejor, que se les pasa el arroz.
Buenas charlas, añoranza de una clase política que nos dejó de la mano tras pasar por nuestras vidas dejando una enseñanza que no se ha seguido por los actuales parlamentarios y la necesidad de que estos idiotas se encierren y tiren la llave hasta encontrar una “fumata blanca” que os permita orientar nuestros esfuerzos hacia la consecución de un objetivo difícil pero alcanzable.
Este país ha demostrado que sabe y que puede y que los ciudadanos entendemos los mensajes cuando se cuentan y trasladan con verdad y con coherencia, de forma que si nuestros padres de la patria se pusieran al nivel del resto del estado, la cosa nos iría mejor, bastante mejor.

2 comentarios:

  1. Desde el más feroz republicanismo, el de los americanos que rechazamos toda tutela, la monarquía española nos ha desparramado las convicciones. Desde Tejero, algunos comprendimos que no está nada mal que alguien pueda ganarse la estima de la gente y en su nombre, parar en seco a golpistas, recomendar a políticos y hasta intentar hacer callar a Chavez. Lo único que sostiene al rey es el afecto de la gente y este rey, esta familia se ha ganado un lugar en la historia y en las cartas magnas. Como una vez me dijo un taxista en Argentina: más valdría que todos los americanos nos asignáramos una familia real. Nos saldría mucho más barato costearla entre todos que darles de comer a todas las sanguijuelas políticas. ¡Mirá las cosas que a uno se le ocurren con 200 años de perspectiva! Siempre tenés el riesgo de que en lugar de salirte una monarquía como la española, te salga otra como la inglesa montesquieulibreyguarde.

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  2. Ante todo un cordial saludo. Lo siguiente son unas simples preguntas:
    -¿qué justifica que una familia tenga el monopolio de la jefatura del estado?
    -¿acaso cualquier ciudadano que hubiera recibido la formación del chiquillo no estaría igualmente preparado para el cargo?.
    Es evidente que trabaja para que esos dos inútiles (Rajoy y Zp) lleguen acuerdos, le va el puesto en ello, sin olvidar los recortes presupuestarios.
    La monarquía es, en si misma, antidemocrática y vulnera el pricipio de igualdad entre las personas otorgando privilegios a una persona en el mismo momento de su nacimiento.

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