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miércoles, 15 de diciembre de 2010

¿Adiós a las armas?

¿Serán capaces de construir un futuro partiendo de un pasado de odio?


Leo en uno de los confidenciales que llenan la red que ETA ya ha generado un comunicado en el que anunciará “un alto el fuego permanente y verificable”. Como todas las apariciones de esta gentuza, es previsible que se arme un buen belén, algo que en esta época es, además de coherente, armónico con la decoración, pero... Se abren tantas y tantas alternativas; tantas heridas que se abrirán; tantos protagonismos reivindicados; tanto egoísmo contrapuesto a la necesaria generosidad, que me temo que acabemos girados y orientados contra el viento en lugar de aprovechar la empopada.
ETA lleva en sus genes un nacionalismo feroz heredado de la exageración de un exagerado como Sabino Arana que, además de muy pasado, fue capaz de inventarse una historia que nunca fue y soñar con un futuro lleno de valles prístinos, ovejas lachas y caseríos tranquilos ajenos a cualquier idea de modernidad. Que esto sea viable o posible, es algo que a ellos les da igual, así que volvemos al tema, que tiene miga.
Hay una parte, grande no nos engañemos, que piensa que no hay que hacer nada, que el final de ETA consiste en que dejan de matar y que la persecución policial continúa hasta pillar a todos los que han cometido delitos para juzgarlos y meteros en la cárcel. Más o menos, la cosa se basa en ignorar cualquier acto del enemigo. Una posibilidad.
Otros, cada vez menos, piensan que terminada ETA, se acabó todo, los presos vuelven a sus casas y Euskadi se entrega a una orgía nacionalista en la que los ciudadanos, por fin, podrán manifestar sus inmensas ansias de no tener nada que ver con España. Sueños imposibles de los que no quieren darse cuenta de que la realidad es otra.
Y luego quedan muchos grupitos que piensan cosas distintas, todas ellas preñadas de dificultad, de problemas, de discusiones, de divisiones entre partidos y entre responsables que, muy posiblemente, llenen el ambiente de ruidos, insultos, descalificaciones y amenazas.
Tras una guerra civil, Azaña pronunció esa famosa frase de “paz, piedad, perdón.” Casi nada al aparato. ¿A qué debería traducirse esa fórmula magistral? ¿Cómo concretar los deseos de saltarse dos o tres décadas y no tener que tragarse los múltiples sapos de los próximos dos o tres años? La sociedad vasca debe afrontar el futuro con las espaldas livianas, sin demasiadas cargas y eso es algo que va a costar mucho; tanto que, de verdad, ahora mismo soy incapaz de imaginar un panorama tan idílico.
Cuando pienso en las agrias voces del presente; en las grandilocuentes declaraciones de unos y de otros que parecen querer sacarse la vida mordiscos, me da miedo el pensar en la inminente realidad de una declaración suficiente. Podemos tener la suerte de que ETA siga hablando de la nada, en cuyo caso todo seguirá como hasta ahora, pero lo grave, lo que de verdad plantea problemas, es la constatación de que el momento ha llegado y que hay que construir una nueva sociedad capaz de hacer bueno ese “paz, piedad, perdón” con el que deberemos construir un nuevo camino. Que no nos pase nada.

1 comentario:

  1. Desgraciadamente, creo que ETA tardará muchas décadas hasta que los hijos y los hijos de los que que hoy quieren la independencia y luchan por ella a sagre hayan desaparecido y las huellas de sus crímenes se hayan borrado.
    Como tú dices, la itegración, el perdón y el deseo de paz está muy lejos, no del pueblo vasco en general, pero sí de los que llevan en las venas la rebeldía y el odio.
    La cosa está muy difícil a mas largo que corto plazo. Ojalá esté equivocada.
    a.m.

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