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domingo, 26 de junio de 2011

Sic Transit Gloria Mundi

Monte de Abantos en la Sierra de Guadarrama
Hoy ha comenzado el día con un despertador sonando a las siete, sin que nada indicara la ruta que había de tomar el transcurso del sol en su camino. Había quedado, como casi todos los domingos, con mi amigo Jorge para andar sobre el reciente amanecer de la Sierra de Madrid.
El plan era recorrer cualquier senda de la zona de Peguerinos, y así hemos empezado sin saber que la sorpresa aguardaba a la vuelta de las consabidas charlas sobre la vergüenza de Bildu, los derroteros del movimiento del 15 M, la posibilidad de que una nueva Democracia Cristiana reclame una parcela propia en el mapa de la derecha española sin acercarse a los extremos de los propagandistas del Ya y de muchas otras cosas hasta que, de repente, sin avisar el mundo real ha reclamado su lugar sobre todos los hechos humanos y sobre la brevedad de sus obras.
Camino de la cumbre de Abantos, pasado un pequeño collado en el que los pinos dan sombra al camino y ocultan el paisaje, el valle se abre al vértigo de un paisaje que sobrecoge, que te aplasta con una belleza excesiva y profunda; una visión que nos ha enmudecido a ambos incapaces de seguir pensando en otra cosa más allá de las sensaciones que nuestros cuerpos experimentaban.
La naturaleza, en cuanto alguien se despista y desprecia su presencia, nos coloca en lugar en el que nos corresponde estar y lo hace de una manera despiadada: hoy nos ha dejado en estado de shock, aplastados y silenciosos para el resto del paseo.
Bajo el calor de los primeros días del verano, sudando por la caminata, el monasterio de El Escorial aparecía pequeño y perdido a los pies del inmenso farallón justo al inicio de la inmensa llanura que se extiende lejana más allá de donde mueren las faldas de la sierra. La contemplación de la extensión inmensa que nuestra vista es capaz de abarcar es más de lo que se puede digerir en un espacio de tiempo tan fugaz como un paseo, de manera que el silencio se ha acomodado entre nosotros sin dejar espacio para nada más.
Hoy escribo esta entrada sabiendo que el fin de semana el silencio también se instala en el blog, que los lectores se entregan a otras visitas y que, por tanto, la experiencia que ahora cuento permanecerá desconocida, lo cual me satisface. Es otra demostración de que la obra del hombre nada significa, no permanece y es breve en comparación con el más corto espacio de tiempo con el que la naturaleza mide sus ritmos. Sic transit gloria mundi, que decía el otro.

1 comentario:

  1. Leo tus impresiones y me uno al silencio y al éxtasis que te han sobrcogido a la vista del maravilloso e inesperado espectáculo. La Naturaleza nos rehala, a vwces, sensaciones para recordar en los momentos menos buenos.
    a.m.

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