Periodistas sin tecnología blanco y negro nos hicieron más libres.
¿Está la tecnología de la información debilitando la calidad del periodismo?
Tengo un amigo y maestro, Guillermo Pérez, periodista uruguayo - él dice que jubilado, pero es mentira -genéticamente entregado a la tinta que en compañía de otros viejos guerreros ha montado un entorno para que antiguos colegas puedan comentar la realidad desde sus años de experiencia. Todo un lujo leer las entradas, os lo aseguro.
De ese foro cito la fuente,así que espero que el pecado de copiar y pegar sea menor y se me disculpe, pero es que me ha encantado lo que ahora publico. ¿Os imagináis volver a leer diarios de verdad en los que poder informarse y encontrar análisis de la realidad ajustados, coherentes, sensatos y educativos? ¿Os imagináis una actualización de fin de semana en Internet sin el habitual copia y pega de nota de agencia a becario incluyendo faltas de ortografía? Sería la bomba, de verdad.
Guillermo, si fueras tan amable de pedirle disculpas en mi nombre a tu amigo Maximiliano, te lo agradecería:
Por Maximiliano Tomas | Para LA NACION Va a sonar como si lo que cuento perteneciera a la prehistoria, pero la verdad es que no pasó hace tanto tiempo. Los que comenzamos a ejercer el periodismo a mediados de la década del 90 no habíamos siquiera escuchado hablar de Internet. Tampoco de la telefonía celular. Para eso faltaba al menos un par de años. Usábamos el teléfono fijo para concertar y realizar entrevistas (y la guía de teléfonos para ubicar a los entrevistados), aunque la mayor parte de las veces las hacíamos en persona. Utilizábamos grabador y cassettes. Desgrabábamos casi todo, perdíamos mucho tiempo en eso, pero no veíamos alternativa. Cada vez que teníamos que chequear un apellido, una fecha o recordar una efeméride usábamos el diccionario, la enciclopedia, íbamos a una biblioteca o preguntábamos a nuestros compañeros de redacción: a veces había por ahí uno de esos viejos periodistas de memoria imbatible o cultura renacentista. Cuando necesitábamos citar una fuente, o cotejar una información, o ponerle background o color a una historia, teníamos que bajar o subir de piso hasta un espacio que aún existe y pocos usan y se llama Archivo. Ahí nos daban unos sobres de papel madera, rotulados con el nombre de nuestro personaje y lleno de recortes en papel de notas viejas: de allí sacábamos la información necesaria. Algunos afortunados, además, teníamos jefes que amaban la profesión como nosotros, tipos a los que les gustaba formar nuevos periodistas, que no nos dejaban pasar una y a veces nos mandaban a reescribir las notas enteras, cuando no las destrozaban; pero cada vez que metían mano en nuestros textos lo único que hacían eran mejorarlos.
Supongo que para los fotógrafos y reporteros gráficos habrá habido, en estos quince o veinte años, cambios similares: hasta no hace mucho en todas las empresas periodísticas existían laboratorios donde se revelaban, todos los días, las imágenes que iban a usarse para ilustrar las notas. Hasta que sus rollos no eran revelados, los reporteros no sabían si tenían la foto que habían ido a buscar para acompañar la tapa o abrir una nota. En fin, que el periodismo debe ser una de las profesiones que más cambió con el desarrollo de la fotografía digital, Internet, la telefonía celular y las nuevas teconologías, porque nuestra única materia prima siempre fue la información. Y sin embargo el oficio ha sufrido una crisis de estimación y valoración, los lectores son cada vez más escépticos, y la calidad de las redacciones (a pesar de la proliferación de las carreras de periodismo) no necesariamente es superior. No creo en edades doradas, no añoro épocas pasadas, prefiero trabajar como hoy que como hace dos décadas, pero es probable que el periodismo escrito que se hace en la actualidad sea peor que el que se hacía antes. Y que aún con la gratuidad y la ubicuidad de las fuentes de información disponibles, tampoco los lectores hayan hecho un gran salto de calidad, como se pretende. ¿Por qué?
El listado de razones debe ser, por lo menos, largo y variado. La durabilidad de las noticias es cada vez menor, lo que obliga a escribir más rápido, más corto, de manera menos reflexiva y analítica. La multiplicación de las plataformas de publicación web hizo que el acto de escribir sea accesible para todos, generando una confusión: escribir bien parece fácil pero no lo es. Y, además, hacer periodismo no es sólo escribir (ése es el último paso), sino investigar, reflexionar, entrevistar, jerarquizar la información, contextualizar, editar, corregir y recién después publicar. Por otra parte, el del periodismo suele ser un oficio mal pago (y esa tendencia se profundizó en los últimos años; si de casualidad advierte que en los últimos días hay medios impresos cuyas notas salen sin firma, se trata de un reclamo de los trabajadores de prensa por negociaciones paritarias, algo que no sucede hace mucho tiempo), que demanda por eso una dosis extra de voluntad, además de pasión, paciencia e inteligencia. Creer que se puede hacer sin todos esos elementos es un error. El mismo error que se comete cuando alguien decide hacerse periodista por narcisismo, o por ansias de figuración, o para hacerse amigo de los poderosos o conocido de los personajes célebres o mediáticos.
Después, claro, están los vicios del ejercicio cotidiano de la profesión. Los que trajeron las nuevas tecnologías (hoy lo común es resolver los artículos desde un escritorio, sin pisar la calle durante días o semanas) y los otros. ¿Cuáles? La falta de información de primera mano, los sobreentendidos y el excesivo uso de potenciales en la sección Política.