Mientras apluden los pelotas, el emperador permanece desnudo y nos desnuda a todos.
El famoso cuento nos narra lo que pasa cuando alguien se atreve a decir la verdad frente a un colectivo mediatizado y cobarde que no quiere aceptar la realidad. Pues bien, es hora de asumir que el emperador está en pelotas, que este gobierno no tiene ni zorra idea de lo que quiere o de lo que tiene que hacer por mucho que los pelotas aplaudan sus locuras.
Sumido en una vorágine de inmediatez, niega sus orígenes y hasta a su madre si hace falta. Ha incumplido, como ningún otro partido y de forma mucho más rápida, sus promesas en un porcentaje altísimo, y las que mantiene vivas tienen marcada la fecha de caducidad en el código de barras.
Sin ofrecer resistencia nos ha convertido en carne de balance, ha entregado el país a la peor especulación financiera sin retorno ninguno; los ciudadanos no contamos para nada que no sea hacer negocio a costa nuestra y engordar cuentas de resultados ajenas al estado. Este gobierno es una estafa que no ha conseguido cambiar el signo de ninguno de los indicadores objetivos con los que podríamos medir su gestión y a los que tanto se remitía ala hora de atacar a los socialistas –que por cierto, ni están ni se espera que estén en una buena temporadita -: la prima de riesgo hace lo que le da la gana a su amo, el paro ya no puede evaluarse en términos de menor escala que la cataclísmica, los bancos no mueven dinero ni hay confianza, aquella que se recuperaría por su sola presencia, las comunicaciones con Bruselas están cortocircuitadas, pues no saben si hablar con Guindos o hacer caso a lo que la prensa dice que ha dicho Montoro, genio que se queda en local sin hablar inglés, el ministro de exteriores sale diciendo que lo Argentina está arreglado y el fascismo impera en un ministerio del interior absolutamente paranoico que piensa que los ciudadanos son “el enemigo” y ponerse enfermo va a ser considerado un acto de terrorismo. ¿Hay que seguir?
Pero hay algo peor todavía: no es que el emperador esté en pelotas, es que vamos a pagar una pasta por acabar tan desnudos como él.
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